Víctor Vizuete E.
Editor
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Todos los expertos consultados coinciden: la nueva política arancelaria se parecerá a un río caudaloso que arrastrará a su paso todo lo que se le atraviese.
La construcción no es la excepción. Aunque es difícil predecir el porcentaje de incidencia del aumento de los aranceles en el precio final del proceso constructivo, varios constructores coinciden en que puede fluctuar entre el 10 y el 30% de incremento.
La razón es obvia. Toda construcción, de la tipología que sea, utiliza en algún momento algún material, insumo o herramienta importado.
Especialmente en lo referente a los acabados… y a los comienzos de los trabajos.
Cerámicas planas; mármoles, granitos y otras piedras ; pisos flotantes y de bambú -que están en tendencia- son algunos de los insumos constructivos que más se encarecerán, según estimaciones de un importador de cerámicas, sanitarios y lámparas de alta gama.
Claro, estos productos están orientados a satisfacer la demanda inmobiliaria suntuaria.
No obstante, muchas personas de la clase media también los buscan porque su aspiración -legítima, desde luego- es mejorar su hábitat. Aquí el refrán ‘el que quiere celeste que le cueste’ adquiere un claro sentido.
Las antípodas están en el inicio y el proceso de las obras.
Los desbanques y desalojos de tierras precisan de maquinarias especializadas que están en el listado arancelario. Los grandes edificios, también.
Las grúas y andamios de altura se encarecerán y eso se reflejará en el precio del producto final: el inmueble.
A este componente se debe añadir otro, explica el arquitecto Diego Salazar: la especulación del suelo, que no ha podido ser controlada.