Las luces de neón destellan en la esquina. Al pasar el portal, un embriagante aroma a licor se respira entre las mesas. Es la esencia de El Manantial, uno de los bares añejos de Urdesa -Guayaquil- y una de las paradas de Ofelia Vera.
“Vengo los jueves. Y escojo el sitio según mi ánimo. También voy a Cortavenas, a Las Peñas y para oír música al Old School Pub”. Ofelia tiene 25 años y su perfil se ajusta al del ‘bebedor’ ecuatoriano: entre 19 y 44 años, consume alcohol semanal o quincenalmente y el 79% prefiere la cerveza, como retrata el INEC.
Aunque ella desentona con una estadística: según este Instituto, solo una de cada 10 bebedores es mujer.
Ofelia no es una chica de solo cocteles. Disfruta de la espumosa cerveza, del whisky fuerte, del ron…
Para ella, como para otros bebedores, el alcohol es una droga socialmente aceptada.
Predomina en las actividades asociadas a departir y celebrar, como resume el estudio Patrones de consumo de alcohol en el Ecuador (2012), de la Flacso.
Los sábados y domingos son los días cuando más se bebe, según el informe. Por ocasión de consumo se destinan unas 3,8 horas. Los hombres prefieren compartir tragos entre amigos; las mujeres, en familia.
Estas características estructuran una cultura de bebedores en Ecuador, como indica el sociólogo Carlos Tutivén. “Beber alcohol es un rito social. Es una bebida de relación, que ayuda a inhibir las tensiones, el estrés. Funciona como relax temporal, olvido de la preocupación, catalizador de la palabra. Es, entre comillas, una terapia social”.
En El Manantial ese ritual gira alrededor de una ‘jirafa’, un envase alargado, con tres litros de cerveza burbujeante, dorada. Tras la barra, los meseros hacen rechinar los barriles metálicos para llenar más jarras.
En este bar no hay formalidades -salvo por los meseros de corbatín-. Las charlas coloquiales se cuelan por los oídos de desconocidos. Las risas sin sentido son comunes, como la cerveza. Luis Plúas, administrador, conoce el paladar de sus clientes y sabe que prefieren la cerveza nacional y el whisky.
Por ese comportamiento, y porque el INEC indica que en promedio un hogar ecuatoriano gasta USD 63,90 al mes en cerveza, el sociólogo Napoleón Velástegui afirma que Ecuador es un país cervecero. “Lo heredamos de Europa”.
El gusto por el alcohol solía asociarse al clima. La creencia popular, dice Velástegui, es que en la Costa se bebe por el calor y en la Sierra, para calentarse. “Pero esa ya no es una regla”.
Luis Castro es guayaco y cervecero. “En Guayaquil, una bebida fría es un logro”, dice. En Quito, en cambio, optan más por el vino y el aguardiente.
Al comparar las dos ciudades, el análisis de consumo en hogares del INEC (2012) muestra que los quiteños gastan USD 199,75 en licores -promedio al mes-; versus los guayaquileños, con USD 169,49.
Ese consumo tiene doble rostro. Por un lado se cree que tomar unas copas previene males cardiovasculares; por otro, el consumo diario de 20 g de alcohol se relaciona con cáncer, como advierte la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Ante esa dualidad, Velástegui ve positivamente la restricción a la venta los domingos y el control a las importaciones. “Han ayudado a bajar el consumo”.
El último estudio de la OMS ubica a Ecuador en el noveno puesto de consumo de alcohol en la región (7,2 litros por persona). En el 2011 se posicionó en el segundo lugar (9,2 litros).
Pero un análisis de Euromonitor Internacional vaticina que las cifras variarán.
La empresa de monitoreo afirma que Latinoamérica tendrá un aumento de consumidores de cerveza. La popularidad de las artesanales y más bebidas ‘premium’ son algunas tendencias.
En El Manantial, los jarrones de cerveza destilan gotitas heladas. Son las 21:30 de un ‘viernes chiquito’. La atención es hasta la medianoche… Aquí hay espacio para 150 bebedores.
Un sorbo… de marketing
‘Faltan 27 días para el Mundial…’. ‘Jueves, ladies night…’. ‘Este 24 de mayo…, final de la Champions League…’.
Los anuncios en luces led corren por una banda electrónica en la pared. Su reflejo -y el de una carrera de Fórmula 1 en los TV plasma- se dibuja en una mesa de vidrio, empañada por la humedad de una copa.
El bar deportivo La Bolsa es un escape para ejecutivos del casco bancario de Guayaquil. “Vienen desde las 18:00 al ‘after office’ (después del trabajo) o al ‘happy hour’ (2×1) para desestresarse”, cuenta Mayra Barcia, gerenta de marketing del lugar.
Sobre las bandejas de las meseras, con ajustados trajes de árbitros, desfila una variedad de bebidas: 25 tipos de cocteles, seis clases de cervezas nacionales e importadas, whisky, ron, vodka, tequila… Aquí un cliente puede gastar USD 18 por visita.
“Los hombres piden cerveza y whisky. Las mujeres, cocteles y cerveza”, dice Rolando Navarrete, encargado del bar.
Cada mes, aproximadamente, los hogares ecuatorianos invierten USD 433,81 en 19 tipos de bebidas alcohólicas, como reporta el INEC. En ese mercado sediento domina la cerveza, luego el aguardiente y el whisky.
Para el analista de mercado Juan Francisco Farías, la publicidad incita a probar un poco más. “Se liga el alcohol a la felicidad, a fechas de festejo. Por eso no falta en el Día de las Madres, Navidad o fin de año”.
Ese sorbo adicional toma fuerza con “nuevos usos de consumo”. En la TV y las vallas, el licor se combina con comida y deportes, en especial, fútbol.
El balón en la cancha es siempre una buena excusa para destapar botellas. En La Bolsa lo saben y lo aprovecharán en el Mundial de Brasil. Al final de la calle Wall Street -parte de la decoración-, el bartender ‘calienta’ para ofrecer a los fanáticos los mejores ‘pases’ de licores.
_ En contexto En el 2011, la Organización Mundial de la Salud ubicó a Ecuador en segundo puesto de consumo de alcohol en Latinoamérica. Este año, el país está en noveno lugar. Sin embargo, la cultura de la bebida mantiene un mercado sediento. La cerveza es la preferida de los ecuatorianos.
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