César Ayala será padre primerizo a los 50 años. Foto: EL COMERCIO
Me recibe en su taller de arte, con un abrazo de esos que se sienten hasta los huesos. “Bienvenido camarada”, dice César Ayala, con un tono de voz grave; maduro. “Pase por aquí”.
Se adelanta unos pasos para retirar del sofá algunos bocetos, pinturas y grabados en madera. Hace un espacio para que pueda sentarme y se inicie la entrevista. Lo abordo enseguida, sin titubeos: es padre primerizo y tiene 50 años, ¿cómo recibió la noticia?
Ayala suelta una carcajada, antes de responder: “Es un regalo de la vida y lo acepto como tal”. No era algo que estaba buscando –agrega-. “Solo llegó y me siento feliz”. Toda su vida ha creído que preocuparse demasiado del futuro arruina el presente y por eso se ha empeñado en disfrutar un día a la vez.
Más ahora que va a ser papá. Está convencido de que tendrá una hija y que se llamará Luz. Quiso bautizarla con un nombre que simbolice su ser y la bebé ha sido precisamente eso, la luz que ha ido iluminando el camino que decidieron recorrer con su compañera de vida Roxana, de 22 años.
Primero en su casa. César ha sido el hijo consentido y el sostén de una familia que temía por su partida. Y luego con los padres de Roxana, que tardaron en entender que no solo había un bebé de por medio, sino un cariño compartido.
Para todos, dice César, ha representado una oportunidad para vencer prejuicios, principios religiosos y hasta morales, en los que no cree. Y también para redescubrirse como seres humanos más allá de una edad y las implicaciones prácticas que eso tiene.
Está consciente de que cuando Luz tenga 15 años, él ya bordeará los 65, pero no le preocupa demasiado. Recuerda que cuando él tenía 15 años, su padre cumplió 75 y ambos mantuvieron siempre una buena comunicación; compartieron momentos y atesoraron recuerdos.
“Esto que me está pasando es mágico, una bendición. Ha tenido un efecto positivo incluso entre mis amigos de edad parecida. Ellos han comenzado a cuestionarse: ¿por qué yo, que tengo una relación, no me arriesgo a ser papá? ¿Por qué, si tengo más recursos económicos que César, no me arriesgo a vivir esa experiencia? ¿Por qué simplemente le digo no?”