Su trabajo consiste en hallar especies, describirlas, entender sus relaciones evolutivas (de parentesco) y su relación con el ambiente. Para el biólogo y catedrático Juan Manuel Guayasamín esta tarea es apasionante.
“Los biólogos, como los artistas, estamos en una categoría diferente. Hacemos nuestro trabajo. Nos encanta y encima nos pagan por ello”. Una vez por semana viajan a distintas zonas del país para encontrar especies.En uno de estas giras, este investigador y su colega Andrea Terán, ambos biólogos de la Pontificia Universidad Católica, descubrieron a la rana más pequeña de Ecuador.
Su nombre científico es Pristimantis minumus. Es tan pequeña que tiene el tamaño de la uña del dedo índice. El tamaño máximo de los machos es de 13,7 milímetros (mm) y el de las hembras es de 18,9 mm.
Guayasamín guarda un ejemplar en un envase de vidrio etiquetado con el nombre, junto a otras decenas de muestras de otros anfibios recolectados en varios trabajos de campo.
El hallazgo se efectuó en abril del 2009 y se publicó hace dos semanas en una revista especializada. Para que sea reconocido por la comunidad científica, los biólogos desarrollan una investigación para determinar si se trata de una nueva especie.
La Pristimantis minumus fue hallada en la Cordillera del Cóndor, no muy lejos de la comunidad San Miguel de las Orquídeas, cerca del río Nangaritza.
El trabajo de campo duró tres semanas. El hallazgo de este nuevo vertebrado se realizó al principio del recorrido.
Se trata de animales nocturnos y cuando los encontraron estaban cerca de unas hojas.
“Pensábamos que eran especies juveniles por su tamaño tan pequeño, pero la siguiente noche hallamos una pareja reproduciéndose. Se trataba de ranas adultas”. Por su gran diversidad, la Cordillera del Cóndor es un lugar privilegiado para los biólogos. Los trabajos de investigación se concentran en este sitio y en otros de difícil acceso, porque en ellos se incrementan las posibilidades de encontrar nuevas especies de vertebrados.
Visitan los Llanganates, los volcanes, entre ellos el Sangay, el Sumaco, la Cordillera de Toisán (al oeste de Cotacachi) y otras.
Cada una de estas salidas exige organización y pone a prueba el entusiasmo de los biólogos.
Necesitan obtener permisos del Ministerio del Ambiente; realizar contactos con las comunidades locales y, en la mayoría de los casos, días de caminata.
Guayasamín comenta que en la expedición al volcán Sangay, el equipo caminó tres días, acompañado de 10 mulas. Estas transportaban la comida y los materiales de trabajo.
Los investigadores transitan por minúsculos senderos abiertos con machete y duermen en carpas. “A veces hallamos una rana cargando a sus renacuajos en la espalda, vemos un armadillo o un tucán. Entonces, todos los inconvenientes del viaje quedan pagados con creces”.
Para los biólogos, el trabajo de campo es solo el punto de partida de prolongadas investigaciones. Ocurrió con el hallazgo de este nuevo vertebrado.
Una de las tareas más arduas consistió en compararla con las demás especies que existen en el país. En Ecuador, hay 485 especies de anfibios.
La ventaja para estos investigadores es que disponen de la mejor colección de anfibios de Ecuador. Fueron más de cinco meses de trabajo en el laboratorio. La labor de Andrea Terán también se concentró en este punto. Esta investigadora no pudo contar su experiencia, porque está de viaje, junto a otros colegas. Terán y Guayasamín hicieron un estudio de los huesos del animal. Bajo un proceso químico puede transparentar todos los tejidos. De este modo, pudieron conocer con detalle cómo es el esqueleto de este vertebrado.
“Queríamos saber si a minumus le faltaban huesos, pero no. Es el esqueleto perfecto de un Pristimantis, pero más pequeñito”. Como la Cordillera del Cóndor está compartida por Ecuador y Perú, seguramente también habrá ejemplares de esta rana en el país vecino. El biólogo no cree que el vertebrado esté fuera de esta cordillera, porque está geográficamente aislada.