Convencido de que tenía que existir una chica para él en su misma ciudad, Los Ángeles, un matemático de la Universidad de California y Los Ángeles (UCLA) hackeó el portal de citas OkCupid, muy popular en Estados Unidos, creando 12 cuentas falsas que él mismo se encargó de coordinar para la búsqueda de información en perfiles femeninos de entre 25 y 45 años y ahora vuelve a atacar.
La historia de Chris McKinlay ha sido publicada, con todo lujo de detalles, en la revista “Wired”, y ya corre como la pólvora por las redes sociales, publicó el diario ABC. Todo comenzó cuando abrió un perfil en dicha red social, nueve meses después de una ruptura sentimental, McKinlay comprobaba con frustración, día tras día, que casi ninguno de los mensajes que escribía a las usuarias de OkCupid que llamaban su atención obtenían respuesta.
OkCupid pide a sus usuarios que rellenen su información contestando a un mínimo de 350 preguntas, escogidas de entre miles de ellas. Parte del cortejo en la plataforma se da, precisamente, comprobando qué han respondido los demás perfiles a las preguntas, pero cada usuario tiene acceso únicamente a las respuestas que otros usuarios han dado a preguntas que él también haya respondido.
Las respuestas de McKinlay no eran de las más populares entre las mujeres con las que le interesaba salir. Para ello, creó 12 cuentas falsas de OkCupid que él mismo se encargó de coordinar para la búsqueda de información en perfiles femeninos de entre 25 y 45 años. Con ellas se encargó de responder aleatoriamente a todas y cada una de las preguntas, para así poder leer las contestaciones de los perfiles femeninos.
Pero OkCupid cuenta con un mecanismo de seguridad anti-hackers que detectó un comportamiento anormal en las cuentas de McKinlay y, cuando éste ya había recopilado información de unos mil perfiles, éstas fueron eliminadas.
Después, le pidió ayuda a un amigo, que también tenía cuenta en OkCupid, y cuya computadora fue hackeada por McKinlay con spyware para controlar y copiar sus patrones de escritura y de clics.
Entonces creó nuevas cuentas falsas y las programó para que escribieran y clicaran a la misma velocidad que su amigo, es decir, que un humano, y así no fueran detectadas como bots. Funcionó, y en tres semanas había recopilado seis millones de respuestas de mujeres distintas, que entonces se dedicó a clasificar y categorizar para facilitar su búsqueda.
Aprendió, gracias a los datos recabados, qué era lo que más interesaba a ambos sectores de mujeres y configuró dos nuevos perfiles, uno con una foto en la que aparecía tocando la guitarra y otro con un avatar en el que estaba escalando.
Desde entonces, además de obtener muchísimos más resultados de posibles parejas en su ciudad que congeniaban con él hasta en un 99%, después de crear un software especial para visitar sus perfiles a más velocidad (OkCupid notifica a sus usuarios de quién visita su perfil, para que puedan ponerse en contacto con él), McKinlay empezó a recibir muchos mensajes.
Y después llegaron las citas. El amor “también va de hackear”, explica McKinlay, de piratear nuestros defectos y los de nuestras parejas o aprender a convivir con ellos. Después de 88 citas y de comprobar que la categoría de artistas indie no cuadraba demasiado con él, McKinlay quedó por primera vez con Christine Tien Wang, con una compatibilidad, según OkCupid, del 91%, y que sigue siendo, un año después, su pareja.
Ella conoce la aventura hacker de su novio en busca del amor, y ambos planean casarse en un futuro próximo. “Lo que he hecho no es más que una versión con algoritmos y ordenadores de lo que cualquier usuario hace en un sitio de ese tipo”, reflexiona, ahora, McKinlay, publica el medio español.