El hábitat marginal y su porvenir

Una noticia publicada por este Diario el domingo pasado habló de la legalización de 328 barrios en seis años, en todo el Distrito Metropolitano de Quito. Es algo positivo, pero insuficiente. Totalmente insuficiente cuando existen más de 600 000 personas viviendo en las zonas urbanomarginales y en las periferias quiteñas.

¿Hasta dónde una urbe puede asimilar o legalizar la presencia informal que, en el caso de Quito y Guayaquil, pasa el 60%?

Si bien es cierto que en el Ecuador no se ha llegado al problema que tienen Caracas o Lima, por poner dos ejemplos paradigmáticos, la cuestión es de difícil solución. En Caracas, por ejemplo, una sola villa miseria posee más de un millón de habitantes. Recorrerla de cabo a rabo solo puede hacérselo en… helicóptero. Visitarla a pie demoraría varios días y con el riesgo de no salir íntegro de la aventura.

¿Qué lecturas sugiere esta realidad urbana?

La legalización solo es el primer escalón. Es necesario un programa integral que incluya grandes programas de vivienda social que disminuyan el déficit que tiene el país en ese rubro pero, además, es vital planificar un macroprograma de mejoramiento urbano de los suburbios y tugurios ecuatorianos. Dignificar el hábitat de los pobres es, también, una tarea de desarrollo urbano y habitacional.

Y si bien se han planificado algunos programas de vivienda popular como Mucho Lote en Guayaquil, una vez más, son insuficientes. Del mejoramiento urbano de las zonas deprimidas mejor no hablar: no se ha hecho mucho.

¿Que el sector constructivo está paralizado? Mejor, entonces. Es la oportunidad para salir del remolino levantando muchísimas casas populares; tanto por parte del Estado y los municipios como del sector privado. Si trabajan en solitario no ganarán.

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