Guayas: Las Pavas esconde patrimonio natural

La caña domina este bosque húmedo tropical, que crece entre Guayas y Cañar. Foto: Mario Faustos / EL COMERCIO

La caña domina este bosque húmedo tropical, que crece entre Guayas y Cañar. Foto: Mario Faustos / EL COMERCIO

La caña domina este bosque húmedo tropical, que crece entre Guayas y Cañar. Foto: Mario Faustos / EL COMERCIO

Es un bosque de gigantes. La humedad y el clima siempre fresco hacen que aquí los guayacanes, usualmente de mediana altura y con esqueléticos troncos, sean monumentales. Y los brotes de caña guadúa crecen como murallas que pueden superar los 20 metros.

En el área de conservación Las Pavas es inevitable sentirse diminuto, como los escarabajos rojizos que corren sobre la hojarasca que cubre el suelo. Son 19,95 hectáreas de bosque siempreverde piemontano de la Cordillera Occidental de Los Andes, un remanente que brota en el recinto Los Francos del cantón El Triunfo, en Guayas.

“Aquí hubo mucho árbol nativo, como ceibo y laurel, hasta que empezó la depredación por su gran altura. Ahora nos preocupamos por conservar su biodiversidad”, cuenta Emilio Santana mientras surca los esterillos y senderos del lugar.

En los años 50, El Triunfo acogió a jornaleros que se establecieron en haciendas. Su suelo fértil aumentó la producción agropecuaria, que hoy se refleja en extensas bananeras.

Hace 30 años Santana llegó a este sitio y desde entonces se ha esmerado en preservarlo. Por su riqueza natural, en el 2014 fue incluido en el Sistema Provincial de Áreas de Conservación de la Prefectura del Guayas, un proyecto que busca salvaguardar especies representativas de la provincia.

En Las Pavas hay 138 especies de flora, 81 de aves, algunas en riesgo como el carpintero guayaquileño; 12 de mamíferos, entre ellos el puma; 10 de reptiles e innumerables insectos que merodean las flores.

Para ver la copa de los beldacos y de las palmas reales hay que alzar la mirada. El bosque está rodeado por enormes pechiches, amarillos y otros tan extraños como el peine de mono, que produce un fruto con cerdas, similar a un cepillo.

Pero ese verdor intenso de ramas revestidas de musgo fresco y orquídeas esconde uno de los patrimonios naturales del Guayas.

Las Pavas es uno de los pocos sitios que alberga al Ecuadendrum acosta-solisianum, único de un género endémico del Ecuador, difícil de reproducir y que cautiva por su peculiar floración. “Es casi imposible hallarlo y no sabemos cómo se reproduce; esa es la rareza de la especie, catalogada en peligro crítico”, dice Eduardo Suárez, técnico de la Subdirección de Patrimonio Natural de la Prefectura del Guayas.

El Ecuadendrum está cubierto por bejucos que se extienden a su alrededor como una cortina. Cada año, entre julio y octubre, sus lianas generan cientos de florecillas rosadas, que son polinizadas por abejas y murciélagos. “Su florecimiento es un espectáculo de la naturaleza”, comenta Santana mientras observa las últimas flores que quedan.

Entre sus ramas revolotean aves de todo tipo. Desde minúsculos colibríes y periquitos hasta imponentes tucanes y lechuzas habitan en Las Pavas.

Algunos pájaros, como la valdivia, dan vida a viejas leyendas de los pueblos montuvios de este cantón. El también llamado halcón reidor puede ser un mensajero de lluvias, si se posa sobre un arbusto verde; o un presagio de muerte, si canta sobre ramas secas.
La mitad de esta reserva está destinada a labores productivas sustentables. En algunos parches hay cacao fino de aroma, en otros hay zapotes, guabas, caimito, mandarinas y otras especies frutales nativas.

La propuesta de Santana es crear un espacio ecoturístico, que estará a una hora y media de Guayaquil. Tendrá 10 cabañas para recibir a los visitantes, área de camping y de meditación -en medio de las guaduas gigantes-, senderos en la montaña para avistamiento de aves, un mirador y casas en los robustos árboles de pechiche.

También pensó en abrir talleres productivos para la comunidad. La reserva es cercana a la Colonia Agrícola Amazonas, entre Guayas y Cañar. Los recintos más próximos son San Pedro y El Piedrero.

Anita Llivichusca vive en San Pedro y a diario se interna en el bosque. Desde niña ha visto guantas, arañas, perezosos y extrañas aves como las pavas de monte, que dan nombre al sitio. “Son como gallinas, pero más grandes -cuenta-. Antes había muchas; ahora las cuidamos de los cazadores”.

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