Imagen de la Orquesta Sinfónica Infanto Juvenil del Guasmo. Foto: Wladimir Torres/EL COMERCIO
Ubicado en un barrio que se constituyó con asentamientos informales de inmigrantes del campo, el Centro de Expresión Musical de la Fundación Huancavilca reivindica con música los orígenes del Guasmo, Guayaquil.
La entidad da clases de ritmos campesinos montuvios a sus estudiantes de música clásica. La Orquesta Sinfónica Infanto Juvenil del Guasmo –agrupación de la entidad– comenzó este año a incorporar en su repertorio amorfinos costeños y géneros como el andarele, de la música afroecuatoriana, que también cuenta con representación en los Guasmos.
La sinfónica interpreta La iguana, uno de los amorfinos más antiguos, que en el 2012 cumplió 300 años de registro histórico, recogido por el investigador Manuel de Jesús Álvarez Loor.
La agrupación también toca el tema Alma montuvia, que Nicasio Safadi compuso inspirado en tonadas como La iguana. La música de amorfinos, de impronta festiva, evoca a la vaquería y parece dibujar un fresco campesino.
“Queremos llevar a los chicos al conocimiento y apropiación de lo ecuatoriano, sin dejar de lado la escuela europea”, indicó el maestro Jorge Layana, director de la Sinfónica.
Layana, a su vez oboísta principal de la Orquesta Sinfónica de Guayaquil (OSG), comandó la Orquesta Juvenil entre 2008 y 2011. El grupo ya había tenido contacto con arreglos de música ecuatoriana. “Estamos trabajando ahora en la sinfonización de un repertorio ecuatoriano para un formato de orquesta sinfónica infanto juvenil”, agregó Layana.
El conjunto toca además pasillos y pasacalles, y profundiza en el conocimiento de la música afroecuatoriana, con el fin de implementar nuevas piezas. “La idea es incluir más esa parte importante de nuestra multiculturalidad”.
La propuesta conecta con las poblaciones que viven alrededor de los Guasmos, poblaciones que tienen un origen campesino o afro, explica Juan Francisco Villafuerte, director ejecutivo de la Fundación Huancavilca. “Hay una confluencia de culturas en los orígenes del barrio, con afroecuatorianos, montuvios y cholos de la península. Era necesario comenzar a conectarnos con esas raíces”.
La Fundación tiene 23 años. En el 2004 incorporó a la música en su función social. Villafuerte cuenta que el proyecto de música clásica en un sector urbano marginal generó escepticismo al inicio.
Hoy, dos contrabajistas que salieron de la Fundación forman parte de la sinfónica profesional de la ciudad. Y dos trombonistas tocan en orquestas tropicales.