La guardia presidencial tiene 262 años y es la primera unidad militar profesional

Con 262 años, tiene  dos encomios: haber sido la primera unidad militar profesional y haber garantizado la seguridad de la primera autoridad del país.

Con 262 años, tiene dos encomios: haber sido la primera unidad militar profesional y haber garantizado la seguridad de la primera autoridad del país.

Con 262 años, tiene dos encomios: haber sido la primera unidad militar profesional y haber garantizado la seguridad de la primera autoridad del país. Foto: Archivo

Desde las primeras décadas del siglo XVIII, las autoridades de la Real Audiencia de Quito veían a sus jurisdicciones con ojos de sobresalto, debido a tres amenazas que se agrandaban cada vez más: los levantamientos indígenas en la Sierra, los piratas frente a la Costa y las invasiones territoriales luso-brasileñas en el alto Marañón.

Para enfrentar estas amenazas, las autoridades locales organizaron a las milicias disciplinadas: tropas bisoñas que estaban destinadas a cumplir misiones de combate ocasionales, especialmente para reprimir las revueltas de los “indios rebeldes” u otras asonadas de carácter urbano.

Para calmar la incertidumbre de aquellas rebeliones, el presidente de la Real Audiencia, Juan Pío Montúfar y Frasso, inició las gestiones -ante la Corona española- para la formación de una tropa regular y de servicio permanente, con la única misión de dar seguridad al Presidente de la Real Audiencia. Efectivamente, mediante Real Decreto del 8 de febrero de 1755, se creó la Compañía de Guardia del Presidente, cuyo cuadro lo formaban un capitán, un teniente, dos sargentos, dos cabos, un tambor y 25 soldados. Todos ellos “hombres blancos, de mayor estatura y costumbres”.

Para asegurar el funcionamiento apropiado de aquella compañía, el virrey José Manuel Solís Folch de Cardona, en carta del 21 de julio de 1755, envió a Quito un reglamento mediante el cual se establecían ciertas normas de selección y los sueldos mensuales correspondientes, que debían ser cancelados con el producto del estanco de aguardiente de caña: el capitán, 60 pesos; el teniente, 40; los sargentos, 17; los cabos, 12; el tambor y los soldados, 10 (‘Archivo de Indias’, sección Quito, legajo 573).

Con el paso del tiempo, esta compañía fue creciendo, a tal punto que en 1772 el presidente José Diguja pasaba revista de 155 soldados con su armamento y equipo de campaña. Este cuadro de oficiales y tropa pertenecientes a las tres compañías fijas, adoptó el nombre de Cuerpo Veterano de Infantería de la Provincia de Quito. Así, en 1780, los informes de revista de comisario revelaban el buen nivel de organización y entrenamiento de esta tropa regular, incluso se pasaba la voz acerca del talento y la disciplina de tres cadetes: Juan de Salinas, Joseph Checa y ­Nicolás Aguilera.

Para inicios del siglo XIX las amenazas persistían, por lo que las misiones encomendadas a este reparto no cambiaron de rumbo; de modo que para 1806, la Real Audiencia contaba con cuatro compañías veteranas, en cuyas filas pasaba lista un pie de fuerza de 400 efectivos, de los cuales 200 fueron destinados a reforzar al batallón de Panamá, dado que el istmo vivía en constante amenaza de guerra, ocasionada por los ingleses asentados en Jamaica. Se destaca en esta expedición militar el apoyo del presidente, barón Luis Héctor de Carondelet, que permitió completar el equipo y armamento para la tropa, el pago adelantado de tres meses de sueldo, uniformes nuevos, dos pares de botas y un par de alpargatas para cada soldado.

Para el memorable 10 de Agosto de 1809, estas compañías fueron elemento clave en la destitución del presidente Manuel Ruiz Urríes de Castilla. Con esto, la nueva Junta Suprema logró gobernar la Real Audiencia por un lapso de 78 días. Lo que no se pudo contener fue la represión de los 752 soldados provenientes de Lima, Popayán, Santa Fe y Guayaquil, quienes bañaron de sangre las calles de Quito el 2 de Agosto de 1810.

A quienes hoy conocemos como Granaderos de Tarqui tomaron como base la ya mencionada Compañía de Guardia del Presidente, a ello se suma una corta historia sobre los granaderos, aquellos combatientes de “elevada estatura” que marchaban a la cabeza de la tropa “arrojando granadas”. Bajo este contexto, en 1812 el general José de San Martín creó la Escolta Presidencial, haciendo referencia a los granaderos de la caballería de Napoleón.

Durante la campaña de independencia, en 1821, el mismo San Martín envió a la Real Audiencia de Quito un escuadrón de granaderos al mando del teniente coronel Juan La­valle. Se debe anotar que este escuadrón combatió en Riobamba, el 21 de Abril de 1822, para luego ser parte de la victoria en el Pichincha.

Ya en la vida republicana, no todos los presidentes del Ecuador tomaron en serio el tema de la guardia presidencial. Durante el período floreano, el país vivía en una convulsión general, mientras que en 1851 el general José María Urbina hizo de los temerarios “tauras” su guardia pretoriana, pues con ellos logró reprimir a sus enemigos políticos.

Con la asunción del general Eloy Alfaro, en 1896 se organizó la Escolta de Honor de Caballería, que contaba en sus filas a 76 soldados. En 1903, este reparto adoptó un nuevo nombre: Escuadrón Escolta.

A partir de 1919, el Grupo Escolta Presidencial se ha mantenido cumpliendo las funciones de seguridad y protocolo al Presidente de la República. De allí que los gobiernos -constitucionales o dictatoriales- han seguido conviviendo en el Palacio con estos soldados de caballería, incluso en el gobierno del general Guillermo Rodríguez Lara, tiempo en el cual explotó el tristemente recordado Golpe de la Funeraria, rebelión militar que se dio el 1 de septiembre de 1975 y que la sal quiteña bautizó como del ‘32 de Agosto’, en vista de que Rodríguez Lara ordenó a la prensa no volver a mencionar los sucesos del 1 de septiembre. La historia condenó a este golpe, que dejó 25 muertos, 53 heridos, 1 370 huecos en las paredes del Palacio y su reloj destrozado por una bazuca. Así mismo, recuerda al mayor Miguel Iturralde, comandante de la Escolta Presidencial, quien resistió a los sediciosos hasta cuando se acabó la munición.

Con 262 años de vida, la Escolta Presidencial tiene entre sus insignias dos encomios que la historia está reconociendo: haber sido la primera unidad militar profesional del Ejército ecuatoriano, y haber garantizado la seguridad de la primera autoridad del país.

Suplementos digitales