En las capacitaciones se utilizan naipes como método de trabajo en equipo. Foto: Mario Faustos/ EL COMERCIO.
Esta conversación fluye con naturalidad. Jaime Castro y Juan Bermúdez le cuentan a su jefe Andrés Moreno cómo el trabajo cambió sus vidas. Dicen que se levantan temprano para llegar a tiempo, que les gusta lo que hacen y que se sienten productivos, independientes.
Parece una charla cualquiera, pero se necesita la ayuda de la intérprete Rosy Velastegui para saber qué dicen. Juan y Jaime tienen discapacidad auditiva, pero son muy ágiles en el lenguaje de señas.
La plática se dio en un receso del taller de orientación al trabajo para personas con discapacidad, organizado por la Fundación de Desarrollo Social Integral (Fundesi). En el aula 105 del edificio del Servicio Ecuatoriano de Capacitación Profesional (Secap), en Guayaquil, hay silencio.
25 asistentes con discapacidad física, intelectual, visual y auditiva están atentos al tema del día: el trabajo en equipo. La instrucción fue construir, en grupos, edificios de empresas con naipes. Así que, mientras unos armaban las paredes con cinta adhesiva, otros daban forma a la estructura.
Amparo León es la directora ejecutiva de Fundesi y también una de las facilitadoras. Mientras observa cómo construyen las edificaciones de papel, recuerda que creó la fundación hace 14 años. “Empezamos en el 2001 haciendo inserción laboral, antes de que la Ley obligue a las empresas a incluir en su nómina el 4% de personal con discapacidad”.
Fundesi surgió de una experiencia personal. León tiene un hijo con discapacidad que se convirtió en su motivación. “Nos dimos cuenta de que una vez que los jóvenes con distintas discapacidades terminaban el colegio, regresaban a sus casas. Así que empezamos a reclutar a esos jóvenes, recibiendo sus carpetas y pensando en una capacitación que les permita trabajar”.
El proceso de inclusión es integral. Una vez que receptan las carpetas, empieza la valoración del personal para elaborar los perfiles de trabajo. Es el paso previo para las visitas a empresas, para conocer las condiciones y el tipo de empleo (en su mayoría operativo, debido a que gran parte de los solicitantes son bachilleres).
Los gestores de empleo de la fundación también hacen acompañamientos personalizados, que van desde la entrevista de trabajo, la inducción, hasta un seguimiento laboral durante los cuatro primeros meses. Además, organizan charlas de sensibilización al personal para facilitar la comunicación con sus colegas.
Con esta estrategia, Fundesi ha ubicado a cerca de 1 100 personas con discapacidad. El 99%, explica León, tiene estabilidad laboral. A esto se suman unas 70 empresas aliadas en esta misión (almacenes de ropa, medios de comunicación, empresas de alimentos…).
Jaime y Juan consiguieron trabajo en Almacenes De Prati. Colaboran en el Centro de Distribución de Guayaquil, desde donde se distribuye la mercadería a todas las tiendas. Ellos son parte del equipo de desempaque y etiquetado.
Andrés Moreno es el supervisor de Líneas de Proceso. Hace dos meses separó parte de su tiempo para aprender lenguaje de señas. “La idea es que todo el personal pueda conocer el lenguaje de señas. Hace poco se coordinó una capacitación para 80 personas, para mejorar la comunicación, la producción y fomentar el vínculo entre compañeros”, dice.
Rosy Velastegui se encarga de establecer ese puente de comunicación. Es gestora de empleo e instructora de lengua de señas de Fundesi. Con sus manos, que se mueven ágilmente, ha logrado entrenar a cientos de personas para facilitar la inserción laboral.
“Muchos han ganado independencia. Eso nos llena de satisfacción, porque no solo se trata de conseguir un empleo, es mejorar por completo su calidad de vida”, dice rodeada por altos edificios de naipes.