El uso de ayahuasca es supervisado por los miembros mayores de la comunidad. Foto: Archivo / EL COMERCIO
Varias etnias de la Amazonía ecuatoriana han utilizado la ayahuasca como parte de su conocimiento ancestral y sus tradiciones milenarias.
Su nombre científico es Banisteriopsis caapi y es una especie de liana de la familia de las malpiguiáceas.
Esta planta es característica de las selvas de Ecuador, Bolivia, Brasil, Colombia, Perú y Venezuela.
Según su dosis y concentración, puede producir diversos efectos psíquicos tales como embriaguez y alucinaciones. Ha sido utilizada bien con efectos curativos o también con fines rituales y ceremoniales por shuaras, jíbaros, sáparos, masanes, anguteros y más tribus autóctonas.
En la actualidad, sus propiedades han sido estudiadas desde la farmacología hasta la psiquiatría. Debido a sus propiedades alucinógenas, ha sido usada como parte de tratamientos para personas con algún tipo de farmacodependencia.
En el marco de los usos rituales, se han atribuido a esta planta diferentes características, como las de la adivinación y la lucidez.
El fallecido médico e investigador Plutarco Naranjo establecía que diferentes etnias ecuatorianas han hecho uso de la ayahuasca como parte de sus rituales de iniciación.
Según la tradición, los hombres shuar deben poseer más de un espíritu. El primero conocido como wacani es el que está presente en muchos seres de la naturaleza, como hombres, animales, plantas e, incluso, algunos cerros.
El segundo espíritu, el arutam, es el que confiere la fuerza, el valor, la virilidad y la astucia a los hombres. Este espíritu debe ser conquistado.
Como parte del rito de iniciación, los padres hacen varios viajes con los hijos a la cascada sagrada. En cada viaje hacen a los menores beber un poco de la bebida sagrada, la ayahuasca.
Cuando el padre considera que su hijo está listo, lo prepara para el trance alucinatorio dándole de beber agua de tabaco y posteriormente la ayahuasca. Durante las alucinaciones, al menor se le aparecerá el arutam, que suele adoptar diferentes formas: de anaconda, de tigrillos, de anillos de fuego…
El joven debe acercarse al arutam y, venciendo su miedo, tocarlo para ser poseedor del espíritu. Cuando lo logra, la comunidad entera nota los cambios en él: su voz cambia, ahora habla con energía y firmeza y puede organizar campañas de cacería o pesca o, incluso, aspirar al matrimonio.