Los noticieros matinales están llenos de reportajes, todos infaustos, de personas que sufrieron algún tipo de robo o asalto en el transcurso del día. Las muertes por esa causa tampoco faltan y los sitios donde pasan los sucesos son… todos: la calle, la casa, los parques, los restaurantes, los bancos…
La inseguridad es la principal enemiga de la convivencia. Proteger las ventanas con rejas y las puertas con triples cerraduras, llenar la casa de perros de todas las razas y tamaños o tener una UPC a pocos pasos de la casa no han disminuido la incidencia de esta plaga.
¿Qué hacer, entonces? Pues, mejorar las condiciones del hábitat a todo nivel. Según los entendidos en psicología ambiental, los delitos contra las personas son más frecuentes en las áreas más deprimidas; mientras los atentados contra la propiedad son más propios de las zonas comerciales y de nivel residencial más alto.
Por eso, gran parte de la solución de esta problemática está en manos de los arquitectos y de los profesionales de las ciencias de la conducta. Estos deben unir sus conocimientos, conscientes de que el urbanismo y entorno social tienen gran incidencia en materia de seguridad ciudadana.
La mejor arma es diseñar una política de gestión urbanística coherente, que ponga énfasis en el mejoramiento de la dotación de infraestructuras y de los servicios de bienestar social. Se necesitan acciones orientadas a mejorar la calidad de vida de la mayoría de la población.
Un parque oscuro siempre será más vulnerable que uno bien iluminado; una vereda que sigue las normativas es más segura que una llena de obstáculos…
¿Falta alguien? La ciudadanía. La gente debe cuidar las estructuras de su barrio, la iluminación… Apoyarse entre vecinos…