‘Por su contenido de carbohidratos, proteínas y minerales es llamado ‘la carne de los pobres’. Es el mejor sustituto”. Elena Villacrés, directora del Departamento de Nutrición y Calidad del Instituto Nacional Autónomo de Investigaciones Agropecuarias (Iniap), explica así la importancia del fréjol.
Villacrés, ingeniera en alimentos, abunda en razones para preferir la leguminosa: por cada 100 gramos tiene un 60% de carbohidratos (almidón). Estos carbohidratos tienen un beneficio: no elevan el índice glucémico (azúcar en la sangre). Por eso, encaja bien en la dieta de las personas con diabetes.Y enfatiza en otra ventaja: produce una sensación de llenura que contribuye a controlar el hambre y el aumento de peso.
Adicionalmente, las proteínas del fréjol son comparables con las de la carne. En 100 gramos del primero hay un 22% de contenido proteínico, en tanto que en igual porción de carne existe entre el 22% y el 25%.
El grano también contiene minerales, como el potasio, hierro, zinc y calcio.
La especialista también anota que gracias a la fibra que contiene la leguminosa, entre el 5 y 6% por cada 100 gramos, reduce el colesterol de baja densidad.
“Una acumulación de colesterol en el organismo convierte a la persona en un candidato a enfermedades del corazón y de cáncer al estómago o colon”, afirma Villacrés.
Y el fréjol tiene otro beneficio: ayuda a reducir los riesgos de infarto y de cáncer de colon, refiere Eduardo Peralta. Él es el líder del Programa de Investigación de Leguminosas del Iniap.
El fréjol se debe consumir a la semana por lo menos entre 300 y 400 gramos. Lo óptimo es comer 100 gramos al día.
Peralta aconseja ingerir en pequeñas porciones, pero con más frecuencia, para evitar posibles molestias estomacales.
El fréjol tierno y el seco no tienen diferencia nutricional. Para prepararlo existe una variedad de menús: sopas, menestras, ensaladas, etc.Entre los platos típicos está la menestra con carne o corvina (ver receta), que es una de las especialidades más degustadas por los clientes del restaurante El Esmeraldas, en el norte de Quito. Daniela Granja, administradora del local, relata que a la semana venden 180 platos que contienen el grano.
Villacrés aconseja consumir el fréjol en sopas y menestras. En ambas formas se aprovechan todos los nutrientes.
Ecuador es una suerte de emporio en cuanto a las variedades de esta leguminosa. Hay para todos los gustos y sabores: redondos o alargados, blancos y negros, tiernos o secos.
En la actualidad se cultivan 14 variedades mejoradas por el Iniap y más de 40 criollas. La producción en el país alcanza en los últimos años un promedio de 121 000 hectáreas anuales, señala el responsable del Programa de Investigación de Leguminosas del Iniap.
Las estadísticas del Iniap también dan cuenta que un ecuatoriano consume en promedio 10 kilos del grano al año.
Peralta aclara que en las zonas productoras, como el valle del Chota (en el límite entre las provincias del Carchi e Imbabura), Pallatanga (en Chimborazo) y en Loja la cifra aumenta a 20 ó 30 kilos anuales.
¿Y qué indican los variados colores que tiene el fréjol? El tono señala la preparación que corresponde. Así, los rojos, morados y negros se destinan a las menestras. Los blancos y amarillos se usan en las sopas y ensaladas.