Freddy Sandoval: ‘A la gente le da pereza reflexionar’

Freddy Sandoval, en su despacho de la calle Inglaterra, en Quito. Considera que la gente, por su falta de reflexión y de compromiso, prefiere que un protagonista tome el mando. Foto: Pavel Calahorrano / EL COMERCIO

Freddy Sandoval, en su despacho de la calle Inglaterra, en Quito. Considera que la gente, por su falta de reflexión y de compromiso, prefiere que un protagonista tome el mando. Foto: Pavel Calahorrano / EL COMERCIO

Freddy Sandoval, en su despacho de la calle Inglaterra, en Quito. Considera que la gente, por su falta de reflexión y de compromiso, prefiere que un protagonista tome el mando. Foto: Pavel Calahorrano / EL COMERCIO

El mundo de la política se cruza cada vez más con mecánicas y los personajes del espectáculo, aunque con Donald Trump y las redes sociales estamos ante un nuevo caso (no el único) de líderes que han elevado exponencialmente su capacidad de ser protagonistas en todo momento de cada ámbito de un país.

Con el investigador Freddy Sandoval diseccionamos a ese curioso ser, el protagonista.

¿Estamos en una época en que la gente tiene más afán de protagonismo?

El afán de protagonismo no es otra cosa que querer ser el centro de atención, en un impulso en que se deja llevar por el ego. Hay elementos fundamentalmente de vanidad pero también de prepotencia. Detrás de eso se encuentra un gran sentido de inseguridad, de desvalorización propia de alguien que trata de compensar un vacío yendo al polo opuesto de la situación que está viviendo. Internamente no se sienten completos, no poseen un gran desarrollo de la madurez y lo compensan buscando ser admirados.

Entonces estamos hablando de un complejo pero, ¿es normal?

Técnicamente no, porque una persona normal posee como características la tranquilidad y la madurez. Una persona madura se guía por medio de la sabiduría, por medio del sentido común real, que no necesita de ningún elemento externo al de la propia persona para manejarse. En este tipo de personas no se encuentra la espontaneidad sino más bien la superficialidad.

Cuando en la sociedad, estas personas con afán de protagonismo no solo buscan brillar sino también mandar, ¿la gente puede confundirse y pensar que está ante alguien con carisma de líder?

El mandar es una cualidad innata que muy pocas personas poseen. Generalmente, la confusión está entre el concepto ‘mandar’ y el concepto ‘imponer’. Lo que curre en todos los estratos, pero sobre todo en los políticos, es que el líder ‘impone’ y la imposición es una conducta incorrecta que se ejerce sobre una persona, la que se deja mandar, la que se deja someter. Este tipo de comportamientos son inadecuados, porque la característica de estas personas mandonas, prepotentes, que se refugian en su puesto o en su posición socioeconómica son solamente albergues que utiliza alguien vacío, muy acomplejado y que sufre de una marcada inestabilidad emocional.

¿La agresividad también es su característica?

Ahí hay un problema de personalidad y en muchos casos ya hay patología. Por ejemplo, puede haber un proceso psico-neurótico o un proceso psicótico grave, porque estamos ante personas agresivas, destructivas, habladoras y que solamente se manejan en función de la palabra y no del hecho. Les gusta presionar a los demás por medio de las palabras y las actitudes. Pero si en algún momento se la lleva al terreno de los hechos, sale corriendo.

Las redes sociales han permitido y amplificado el protagonismo que algunas personas buscaban, pero que era muy difícil de obtener. ..

Las redes como tales no son malas. Lo inadecuado es el comportamiento de las personas, incluso por fuera de las redes. Pero es verdad, este tipo de gente en las redes busca llamar la atención por el ‘punto de hoy’, ser la tendencia, que los demás lo atiendan con alguna noticia impactante que pueda ser cierta o no, aunque lo más seguro es que no sea verdad. Como hay una carencia de reflexionar en el resto de las personas, todo el mundo cae. Ahí, con los ‘likes’, con los pulgares arriba, halagan al ego de la persona, quien cree que es un líder por eso. Como ya expresé, eso no es ser líder.

Este afán de protagonismo es reiterado en el mundo del espectáculo, pero también en otros ámbitos más cotidianos, como en el trabajo o los grupos de Whatsapp de padres de familia. ¿Cómo hacer que estas personas no afecten a los demás, no las lleven a acciones que no desean?

En todos los niveles existe el protagonismo. Surge porque a la gran masa de personas, sean padres de familia, estudiantes, lo que sea, no le gusta reflexionar. La reflexión es análisis, y eso implica observar lo positivo y lo negativo desde el punto medio. A la gente le da pereza. Es muy cómoda ante la reflexión. Esa gente alimenta este tipo de comportamiento en que, por ejemplo, en una reu­nión de padres de familia el que más habla termina elegido como Presidente del Comité de Padres, para así salir rápido del compromiso. A la gente tampoco le gusta comprometerse en el medio en que se encuentra.

¿Por qué le cuesta asumir un compromiso?

¡Básicamente, porque no quiere! No es que no puede. No quiere. Evadir es más sencillo y ahí el protagonista encuentra un terreno que alimenta su comportamiento, que se desarrolla de menos a más y puede llegar a niveles extremos.

¿Se puede curar o tratar el afán de protagonismo?

Primero, la persona debe reconocer que es un protagonista. Esto ya representa un dese­quilibrio de la persona, ya tiene un alto nivel de inestabilidad emocional, que quiere decir ‘fuera de normal’ porque no hay coherencia entre pensamiento, sentimiento, palabra y acción. Domina el deseo de vanidad para satisfacer su ego. Generalmente, esto debe­ ser tratado por los ámbitos psicológico y psiquiátrico. En los casos mucho más complejos y graves se requiere de cierto tipo de medicación, por el estado de ansiedad y agresividad. A un protagonista en estado de agresividad y que no se controla es posible que le falte una molécula en el cerebro que tiene que ser compensada con el psicofármaco correspondiente, que estabilice el comportamiento.

Y, ¿los artistas?, que no ne­cesariamente buscan mandar a los demás...

Generalmente, sus carencias están dentro del mundo sentimental. La gran mayoría de los artistas, sin decir que han caído en alguna patología, tiene sus fuertes y contundentes desequilibrios emocionales producto de la carencia afectiva. No son estables emocionalmente. Esa inestabilidad es el patrón camuflado que toman como modelo los niños, los adolescentes y los mismos adultos. Son modelos negativos que se impregnan en el comportamiento porque se trata de emular al artista, su forma de ser, sin reparar en su vida interna. Veamos los serios problemas psicológicos del difundo Michael Jackson, por ejemplo. Veamos los de Madonna. Hay contadas excepciones, pero la mayoría tiene sus deficiencias afectivas que caen en la inestabilidad emocional.

Donald Trump tiene su faceta en el espectáculo y es el campeón en llamar la atención. ¿Le da miedo que una persona que encaja en esta patología del protagonismo gobierne al país más poderoso del mundo?

¡Por supuesto! La característica de Trump es compleja; él proviene de la inmigración que, de alguna u otra manera, afecta en un cierto grado a la personalidad de, en este caso, un niño hijo de inmigrantes. No tiene un patrón sólido de identificación, más aún una guía concreta de cómo conducirse. Y ahí viene como compensación una serie de actitudes que se respaldan en el poder del dinero. Es el caso de Trump pero también el de otros gobernantes.

Si tuviera que elegir entre un gobernante protagonista o uno más bien tímido, ¿qué elegiría?

A una sociedad no le conviene ninguno de los dos. Una persona muy tímida se esconde de todo y una protagonista desea entrar en todo. Ambas conductas son destructivas para la sociedad. Un pueblo se comporta según el personaje que dirige, y replica sus modelos de comportamiento.

Pero, ¿qué ocurre primero?,¿que el protagonista seduzca y convenza al público? o ¿que la gente busque un protagonista para que mande?

La gente quiere un protagonista al mando. Quiere que ‘le dé pensando’, como se dice popularmente. Para esto se prestan, fácilmente, los protagonistas. Y ahí aparece el sometimiento.

Y, ¿someterse es normal?

¡No lo es!

Freddy Sandoval

Es PhD en Psicología Clínica por la American National University de Arizona. También tiene los títulos profesionales de Máster en Educación con especialidad de Counseling, de especialista en Psicotrónica y de instructor de Terapia Asertiva Sistemática, entre otros. Ha trabajado en las Fuerzas Armadas y en el sector privado, y registra participaciones científicas como expositor.

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