Juana Tel, de 80 años, enciende el fogón con la leña que recolectó un día antes de la lluvia, en la comuna Chibuleo. Foto: Glenda Giacometti/ EL COMERCIO
Amanece. Entre los tejados de las casas dispersas de la comunidad Chibuleo, ubicada a 20 minutos al sur de Ambato, en la vía a Guaranda, se levantan innumerables columnas de humo. Las labores del campo se inician con la preparación de los alimentos en los fogones de leña.
Juana Tel, de 80 años, sentó dos ollas para cocinar mellocos, choclos y habas en una olla cubierta de hollín por la combustión de la madera. En un recipiente más pequeño hierve la leche. Estos alimentos los consume casi a diario.
El humo invade el ambiente cálido de la pequeña vivienda construida con bloque, madera y techo de teja. La mujer atiza el fuego con ramas. Eso lo aprendió de sus padres, cuando tenía ocho años. Espera que se cocinen los alimentos para desayunar e iniciar el día en sus actividades agrícolas y en el cuidado de los animales.
Los fines de semana se reúnen con sus tres hijos para compartir los alimentos y contar historias. El ambiente interior es abrigado. Juana se sienta alrededor de la hoguera y con una cuchara mece los granos. Sus pequeños ojos lagrimean a causa del humo que emana la madera verde que se quema en el antiguo fogón construido con dos bloques y dos varillas cruzadas.
Viste con el traje típico de esa comuna indígena compuesta por un sombrero blanco desgastado, anaco, blusa blanca y reboso. A la vivienda de esta mujer de estatura mediana se ingresa por un estrecho camino cubierto de lodo.
En esta comuna los fogones de leña aún los utilizan los taitas y mamas. Con eso cocinan todos los días sus alimentos. Juana, en las tardes, sale a la recolección de leña en bosques cercanos a su vivienda.
Juan Lligalo, un estudioso de la cultura Chibuleo, cuenta que los fogones se usan desde la época prehispánica. En la antigüedad no se ubicaban las piedras a los lados, sino que se amarraban las ollas de barro con piel de animal disecada y se colgaban en un madero sobre el fuego para cocinar el maíz, el melloco, las habas, la mashua y las ocas.
Dice que el espacio es muy importante para el ayllu (la familia) porque los padres y los hijos se reunían a su alrededor para alimentarse y compartir las experiencias. Es aquí donde se trasmitían las leyendas e historias de la comunidad. “La familia era más unida. Había el vínculo entre padres e hijos y la unión”, dice preocupado Juan, de 80 años.
Pero no es el único sitio. En Salasaka los esposos María Chiliquinga y Mariano Chango se resisten a cocinar con gas doméstico. Prefieren el fogón que funciona con leña y que Mariano construyó hace más de 45 años. En su antigua casa edificada con adobe, madera de chahuarquero y techo de hojas de sigse está el antiguo fogón que heredó de su padre hace más de 50 años.
Explica que el fuego no se apagó de un día para el otro, pequeños carbones permanecen encendidos y ayudan a que el fuego se propague rápidamente sobre los leños secos. Con la mama cuchara de madera mece un poco de cebada antes de moler.
Cuenta que en las bodas, fiestas ancestrales como el Inti Raymi, el Paukar Raymi y otras celebraciones, se cocina con leña en grandes fogones y se sirve para el asado de los cuyes y gallinas.
En las paredes de bloque de la cocina está impregnado el hollín producido por la combustión de la madera. La vivienda de una planta está en la comunidad El Rosario de la parroquia Salasaka, en Tungurahua. En esta zona poblada, otras 80 familias aún preparan sus alimentos en los fogones.
Intercultural
En las comunidades indígenas y campesinas se usa esta técnica para cocer los alimentos
Unión familiar
Tupag Caluña, docente, dice que pocas familias siguen esta tradición.
Los cuentos
Alrededor del fogón los taitas y mamas contaban las leyendas a sus hijos.
La leña
Es el combustible que se usan en las comunidades indígenas para cocinar.
Comunas
En Salasaka, Chibuleo, Pilahuín y Tomabelas se mantiene esta tradición.