Frozen de lavanda. La flor de lavanda actúa directamente sobre el sistema nervioso. Ayuda a la relajación y favorece el descanso. Foto: Enrique Pesantes / EL COMERCIO
Un frappuccino de rosas en el que los pétalos son más que una simple decoración. Los botones rojos son ese ingrediente natural que tiñe la mezcla de rosa y aporta un sabor que enamora.
Esa es una de las recetas más pedidas en Tea House, un local de Urdesa, norte de Guayaquil. Su creadora es Betsy Buitrón, quien comparte fotos deliciosas en la cuenta de Camellias Tea en Instagram. Como una alquimista, halló en las flores de lavanda, jamaica y rosas 100% orgánicas que crecen en su huerto, componentes para crear té, frozen y galletas.
Esta ‘tea master’ se formó en Argentina, en la Escuela del Té, algo así como una universidad del té. En su incursión en el mundo de las hierbas conoció los aportes de las flores no solo al paladar sino también a la salud.
Históricamente, los pétalos han sido parte de la alacena de la gastronomía milenaria. Culturas culinarias antiguas como la romana, los pueblos árabes, China e India descubrieron y explotaron sus sabores.
Por eso Irán concentra hasta hoy más del 90% de la producción de azafrán. Madagascar, en África, suma más del 70% de la producción de vainilla. Y Marruecos es reconocido por la rosa de Damasco. Calabacín, jazmín y loto también desprenden su belleza y gusto en platos variados.
En la alta cocina los pétalos no faltan. El mandala de cordero es una especialidad de El Celler de Can Roca, restaurante español, reconocido como uno de los mejores del mundo. Ocho tipos diferentes de flores, conseguidas por un especialista en botánica, aportan al platillo acidez, dulzura, un toque picante, algo amargo…
La tendencia a usar flores en las cocinas es bien representada por el chef francés Michel Bras. Su gargouillou es una destellante ensalada preparada con más de 60 tipos de vegetales y semillas. Las flores dan su toque de color.