La grandeza musical de la Colonia revivió en El Carmen Alto

El conventual silencio que cobijaba las imágenes religiosas que ocupan los flancos de la nave central y el dorado altar de la iglesia de El Carmen Alto, en el Centro Histórico, fue interrumpido temporalmente por el repertorio musical a cargo del grupo Lipzodes. El ensamble instrumental y vocal, originario de Estados Unidos, es uno de los invitados al décimo cuarto Festival Internacional de Música Sacra que se lleva a cabo en Quito. 

Con los primeros acordes, los músicos comprobaban la afinación de sus instrumentos clásicos y antiguos como chirimías, bajones, flautas dulces y otros. La agrupación, creada en el 2004 por la integración de estudiantes del Early Music Institute y el Jacobs School of Music de la Universidad de Indiana, se ha especializado en la interpretación de la música de Guatemala del siglo XVI.  

Sin embargo, hace unos tres años el musicólogo ecuatoriano Mario Godoy tuvo un encuentro con Juan Carlos Arango, curador del festival e integrante del ensamble, quien se apersonó de un trabajo de investigación sobre la música colonial ecuatoriana y latinoamericana que la noche de este domingo 22 de marzo se presentó en un repertorio titulado ‘Celebren la tierra, celebren los cielos’. A dos, cuatro o siete voces, piezas como Fénix de nevada pluma, A de la playa, vamos al lugar de amor o Ay que se viene la vida deleitaron al público que llenó la iglesia de El Carmen Alto.

Godoy, quien comparte la inquietud que alguna vez se planteó el escritor Hernán Rodríguez Castelo sobre el legado histórico musical del Ecuador ha trabajo en la investigación musical desde 1967. Para el musicólogo, 1994 fue un año muy significativo cuando tomó el relevo del trabajo que venía haciendo el investigador Gerardo Guevara, quien era el director del Diccionario de la Música Española e Iberoamericana para el Ecuador.

Luego, en España conoció a Robert Stevenson, un estadounidense que había trabajado algunas investigaciones musicales en los archivos de la Catedral Metropolitana de Quito. Él fue quien incentivó a Godoy a emprender nuevas búsquedas en monasterios y templos de otras ciudades ecuatorianas.

Un trabajo complicado, según dice Godoy, por el celo y la falta de apoyo de las instituciones culturales del país. Sin embargo, fue en Ibarra donde descubrió un paquete de partituras de la época colonial que fueron clasificadas y registradas digitalmente.

Lo curioso, para el especialista riobambeño, es el interés que ha despertado su hallazgo entre músicos e instituciones internacionales frente a la apatía de otras entidades gubernamentales locales. Así fue como estas históricas partituras revivieron por primera vez en Quito con músicos de la Universidad de Connecticut, hace unos tres años. Otras de estas partituras, villancicos en su mayoría, también parte de un disco grabado en Suiza.

El musicólogo está satisfecho con la difusión de parte de este patrimonio musical ecuatoriano en el encuentro de música sacra, que propicia una reflexión sobre “la grandeza de nuestros templos que se complementa con la grandeza musical de la época (colonial)”. Quienes acudieron al templo quiteño tuvieron la oportunidad de aproximarse desde la música sacra a una parte de la expresión cultural y social de aquella época.

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