En el país, una docena de sitios ofrecen hospedaje para perros. Entre el sábado pasado y ayer, cada lugar recibió entre 20 y 70 canes. El costo diario promedia los USD 15. Foto: Patricio Terán/ EL COMERCIO.
La tarde del sábado 31 de octubre de 2015, Coco, una perra bóxer de cinco años, reposaba por unos segundos antes de que terminase su cuarta hora de socialización del día. La bóxer es una de las huéspedes más fieles de la hostería Lord Guau que se encuentra en Puembo.
Sus dueños viajan frecuentemente y no tienen otro sitio donde dejarla. Así, la hostería se convirtió en su segundo hogar. El carácter alegre de Coco ayuda a otros perros, que son más inestables cuando interactúan en los grupos, según dice Byron Paredes, entrenador del hospedaje.
En el país existe una docena de empresas certificadas de hospedaje para mascotas. Gabriel Carrión, gerente general de Lord Guau, dice que, además de hoteles caninos, hay otras modalidades de albergue como casas de acogida o personas que van a los hogares de los dueños de los perros para entretenerlos y alimentarlos. “Hace 18 años solo había un centro de hospedaje. Pare ahora, ha aumentado tanto la oferta como la demanda”.
El menú es amplio: hay centros como Aldea Canina, en Carapungo, que ofrecen hospedaje de acuerdo con el peso y el tamaño. Por su parte, en Pet Care -con capacidad para 25 mascotas, tuvo 15 huéspedes durante este feriado (en días normales albergan a tres o cuatro)- se recomienda llevar al animal sin que haya ingerido alimentos o medicinas en las horas previas para no afectar su ánimo.
Coyunturas como el reciente feriado o los viajes de varios meses que realizan las familias definen las oportunidades de negocio para los centros. En esos días, Totos, en el extremo norte de Quito, estaba con su capacidad completa. Sinthia Gudiño, la propietaria, cuenta que las 30 plazas disponibles se ocuparon. Este espacio facturó USD 1 600, aproximadamente, en los últimos cuatro días.
En promedio, el costo del hospedaje diario está entre los USD 10 y los USD 20. Normalmente, el cliente lleva su comida, caso contrario el costo se incrementa. Un spa, una sesión de peluquería o un entrenamiento personalizado son algunos de los costos adicionales que se deben cancelar, dependiendo de los paquetes ofrecidos en los centros.
En Lord Guau, que albergó a 68 canes entre el sábado pasado y ayer 3 de noviembre de 2015, una reja gris limita el paso de los perros hacia el exterior en cada habitación. La suite de Coco es de las ‘habitaciones’ grandes (30 m2), tiene un pequeño cuarto sin puerta que da a un jardín rodeado de asfalto.
En Totos, el ambiente fue adaptado: lo que antes fue una casa de familia ahora se convirtió en un espacio lúdico, para que las mascotas tengan esparcimiento diario. En ese lugar, Pelitos -un french poodle de 12 años- es el cliente más frecuente. Lleva un mes en la hostería porque su dueña viajó al exterior.
En algunos casos- cuenta Carrión- han hospedado a perros durante años, como en el caso de los beagles Lucas y Valentina, quienes llevan dos años esperando que su dueña termine su maestría en Europa.
Para que no piensen que se les va a abandonar, a veces se pide al dueño que traiga la cama de su mascota o una camiseta de la persona con la que más pasa, relata Gudiño .
Ahora, estos albergues esperan su nuevo ‘agosto’, cuando las festividades de Navidad y Año Nuevo vuelvan a llenar sus recintos de ladridos.