60 familias cuidan a sacha runa

El afluente apacible humedece las riberas cercanas a Sacha Runa, un pequeño poblado de la parroquia Shell del cantón Mera, en Pastaza. Foto: EL COMERCIO

El afluente apacible humedece las riberas cercanas a Sacha Runa, un pequeño poblado de la parroquia Shell del cantón Mera, en Pastaza. Foto: EL COMERCIO

El río Pindo es uno de los afluentes alimentados por los esteros de Sacha Runa. Foto: Glenda Giacometti / EL COMERCIO

El agua cristalina desciende desde la montaña y se riega por pequeños esteros hasta que vierte al río Pindo.

El afluente apacible humedece las riberas cercanas a Sacha Runa, un pequeño poblado de la parroquia Shell del cantón Mera, en Pastaza, integrado por vecinos kichwas, sáparos, waoranis y mestizos.

“¡No es tan apacible! Nos dañó el dique turístico con una crecida”, comenta Juan Mayancha, secretario de la comunidad. El hombre, delgado y que lleva un machete bien afilado, se refiere a los daños que provocó el afluente meses pasados. En una creciente arrastró toneladas de piedras que se regaron en sus orillas. Aún así, este lugar mantiene un paisaje colorido y hermoso.

Las 60 familias que habitan en la zona de amortiguamiento actúan como los guardianes de las 100 hectáreas de selva. La inmensa alfombra verde guarda una biodiversidad de insectos, anfibios, animales y plantas medicinales.

Conforme el sol calienta el aire húmedo se hace más intenso mientras más se internan en medio de los gigantes árboles. El trinar de las aves acompaña a los caminantes por más de una hora de recorrido por este bosque.

Mayancha y Antonio Tapuy recorren a diario esta reserva que hace cinco años es parte del proyecto Socio Bosque. A cambio, los comuneros reciben un incentivo económico con el que financian la entrega de becas educativas para que 25 chicos del sector estudien en las escuelas y en las universidades. “Las familias de escasos recursos económicos se beneficia con este proyecto, pero necesitamos más ayuda”, cuenta Mayancha.

Ellos resguardan esta área de la tala, la pesca y la cacería furtiva. También lo hacen los guardabosques del Ministerio del Ambiente, quienes frecuentemente visitan el sitio.

Los dos comuneros caminan por un trayecto lodoso que hace chapalear a los menos experimentados. A cada paso las botas de caucho se hunden 10 centímetros.

Con machete en mano, Mayancha abre una trocha por la espesa vegetación cubierta de lianas y ramas. “Hay que tener cuidado; el suelo está resbaladizo”, dice Tapuy. El anuncio llega tarde: uno de los caminantes pierde el equilibrio. Luego de unos minutos, la travesía continúa por lo espeso de la selva amazónica.

Esta reserva la recorre Marcelo Vallejo, un maestro de escuela de la parroquia Shell. Cuenta que Sacha Runa es una comunidad que cuida la naturaleza y mantiene la selva libre de la tala, por eso acostumbra a recorrerla cada semana. “Es uno de los pocos sitios que quedan con un hermoso paisaje y una diversidad de animales y plantas”, expresa.

En años pasados, el lugar estaba lleno de monos machines, pero la caza furtiva casi acaba con los ejemplares. También la pesca, con el uso del barbasco, era incontrolable. Todas esas prácticas se cambiaron tras convencerse de que era necesario proteger la naturaleza. En esa labor participó Mayancha. “Fue duro convencer a la gente. Ahora hay agua para el pueblo, se incrementó el caudal en los esteros y del río Pindo, que más abajo deposita en el Puyo”. Aquí también hay tigrillos, aves y otras especies animales.

En el mismo trayecto está la parroquia Madre Tierra. En el lugar funciona el Centro Botánico Agua Viva. Mantienen una hectárea de bosque protector con una variedad de árboles medicinales como la sangre de drago, el paquipanga, ayahuasca, el wayuri y el ticaso. Este último una suerte de fruto que se come tostado.

Roberto Montaguano con ayuda de su familia cuidan esta área protegida. Cuenta que con los vientos huracanados ocurrido en el 2015 afectó a parte de la reserva. Se tardaron más de dos años para recuperarla.

En este espacio crece las heliconias y orquídeas, que florecerán entre agosto y septiembre de este año. “Son flores hermosas y únicas las que brotan en este espacio. Eso atrae a decenas de aves como los quindes o picaflores que se alimentan con el néctar”.
Durante el recorrido, una variedad de insectos, mariposas de diversos colores vuelan en libertad en este bosque.

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