La pequeña Lady Anilema anota en su cuaderno la clase de geometría. A su lado, Ángelo González juega con sus compañeros de la banca trasera. Y con un poco de dificultad, Arlene Delgado busca un lápiz en su mochila.
Desde hace un mes, cuando se inició el nuevo año escolar, los tres niños comparten un solo pupitre en su salón de 4º de básica. Ellos estudian en la Escuela Ciudad de Cuenca, ubicada en el Guasmo Sur de Guayaquil. Allí, la falta de mobiliario es un problema que se repite en cada aula.En la clase de 6º de básica, los viejos escritorios rechinan. Algunos lucen descoloridos y en otros hasta se pueden ver los clavos que resaltan entre las tablas carcomidas. “Estas bancas ya tienen más de 10 años. Es peligroso, los chicos se pueden lastimar”, refiere el maestro Fernando Paredes.
A un costado del salón, en un pasillo, permanecen apilados más de 100 pupitres deteriorados. Según una evaluación de los directivos de este plantel, en el cual estudian 600 niños, se requieren 200 bancas nuevas.
El pedido fue presentado a la Dirección Nacional de Servicios Educativos (Dinse), pero aún no tienen respuesta. “Por salón hay 50 niños y con el problema de las bancas están más inquietos. Esto les perjudica pedagógicamente”, dice el profesor Henry Mera.
Los alumnos de la Escuela Domingo Norero tuvieron que cambiar sus bancas por gradas metálicas. Son 510 estudiantes que reciben clases en el coliseo del Colegio 9 de Octubre, en la ciudadela Huancavilca, también en el sur.
El bullicio estremece al lugar. Ahí los salones no tienen divisiones. Reclinados, algunos chicos tratan de copiar los apuntes de la pizarra. Otros colocan los cuadernos sobre sus piernas.
En ese coliseo completarán el primer trimestre de clases, hasta que culmine la remodelación de su establecimiento, ubicado en el Guasmo Sur de Guayaquil.
Arelly Zapata, máster en Neuropsicología infantil, asegura que el ambiente influye en la capacidad de aprendizaje. “De un 100% de la clase el alumno apenas captarán un 30 ó 40%, porque el ambiente lo distrae fácilmente”.
La falta de espacio es el principal problema del Colegio Fiscal Teodoro Alvarado Olea, ubicado en la ciudadela Miraflores, en el norte. En un salón de 25 m² estudian hasta 56 chicos. El calor es intenso y el espacio entre las bancas es poco visible.
En ese plantel estudian 1 500 alumnos en 30 salones de pequeñas dimensiones y sin equipos de ventilación. La rectora Olicia Maridueña explica que hace falta un salón más para el diversificado.
Por ahora, Magaly Mantachán y sus compañeros de 4º año reciben clases en el laboratorio de física. Entre vitrinas llenas con máquinas y motores para las prácticas, los estudiantes rindieron ayer un examen de literatura.
La Subsecretaría de Educación del Litoral, a través de la Dinse, organiza la entrega de mobiliario. Hasta la semana pasada se distribuyeron 3 500 pupitres en la Costa. Hasta fines de mes se repartirán 20 000 más.
La subsecretaria Mónica Franco explica que tienen un cronograma para cubrir el déficit que este año bordea las 65 000 bancas en la zona. Y está pendiente el reparto 625 kits mobiliarios, con pizarras, a través de fundaciones.
En cuanto a la remodelación de casi 40 escuelas fiscales de Guayaquil, entre ellas la Domingo Norero, la Subsecretaria aseguró que la entrega de los nuevos locales será a fines de este mes.