Llegar al hogar de Fabián Guerrero es un alivio tras un recorrido de varios minutos entremezclados de ‘smog’ y sol de la tarde de Quito.
Ese sol que da más brillo al monstruo urbano y que arremete contra los descuidados. Al subir varias gradas angostas que conectan el bullicio y el silencio propicio de la creación.
Adentro están los libros, muy ordenados y por todas partes. La sensación es de extrañeza, es como ver a un gigante de ojos tiernos en la puerta de una casa ordinaria llena de pequeños tesoros.
Nos perdemos, siempre nos perdemos de ‘El radiante guiño del insomne’ de Fabián Guerrero
Fabián es un lector a tiempo completo, no puede concebirse ni él mismo ni a su escritura sin el ejercicio de la lectura. Siendo apenas un niño encontró una librería de viejo en la Galápagos y Benalcázar, cerca de su antigua casa en el centro; fascinado por esos objetos, minúsculos y grandes, el dueño lo convenció de leer a Dostoievsky y a Walt Whitman, a cambio tan solo tendría que pagarle a crédito. Pese a no haberlo entendido en aquel momento, esos textos abrieron ante él una puerta para adentrarse en la palabra.
Tres y trece de ‘El radiante guiño del insomne’ de Fabián Guerrero
Con su voz pausada, deletreando cada letra, dice: “yo no entiendo…, no podría ni siquiera aventurarme a pensar en qué podría sostenerme si acaso no leyese”. El poeta es claro al advertir que para la escritura no hay otra salida que una lectura entregada.
Diez obras, como hijos de letras, no son pocas, pero tampoco suficientes. Para Fabián, que ha colocado su nuevo poemario ‘El radiante guiño del insomne’ en la mesita de la sala, la poesía es la consecuencia de un estado existencial al que se ve sometido. Lo dice posando su mirada en la luz que hay fuera de la casa, es un impulso natural de los ojos buscar la luz, observar con claridad.
Las dos menos diez de ‘El radiante guiño del insomne’ de Fabián Guerrero
En esas palabras de Fabián hay algo de certeza, su necesidad lo impulsa a escribir, es el largo aliento del que se alimenta. Otros dirán que es el gozo, pero las posturas ingenuas no son precisamente las que lo caracterizan al momento de la escritura.
Su compromiso es con la palabra, para él “no hay una palabra que esté desligada de la vida, o al menos del deseo de un momento específico de ella”, por eso es que se siente tan responsable cuando alude al amor o a la naturaleza humana.
Como los pájaros que se dejan morir sin testigos ni avisos de ‘El radiante guiño del insomne’ de Fabián Guerrero
En su mirada, que hurga en los recuerdos, en las palabras precisas –mientras mira las ventanas, el piso y la nada-, Fabián trae también a su memoria el momento en el que fue “convocado para trabajar la poesía”.
Es un capítulo tierno de su infancia, junto a sus padres y hermanos, tan solo roto por una sensación tempranamente inexpresable para sus adentros cuando se suelta en llanto sin motivo alguno. Los hallazgos no siempre son planificados ni llegan del modo más transparente.
Casi al final de la cita, Fabián saca una amplia sonrisa, la música también es parte de su vida y se aventura a tocar partituras para piano. Están por todos lados dispuestas en un desorden armonioso, a él le cuesta este nuevo aprendizaje en el cual se ha enrumbado para perfeccionar el ritmo y la sonoridad de su poesía.