Ayer, 16 de abril del 2015, el local de Martinizing de la Diego de Almagro y Pradera se convirtió en un laboratorio artístico. Durante 12 horas más de 60 artistas contemporáneos ocuparon este espacio que será demolido en los próximos días.
La idea de ‘Lavado’, el nombre del evento, fue iniciativa del pintor Marcelo Aguirre. Él se enteró que este galpón se iba a convertir en la cuarta torre de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso) y pensó que sería interesante hacer una intervención artística antes de su construcción.
“Estoy sorprendido de la acogida que tuvo esta iniciativa por parte de los diferentes colectivos -dice Aguirre-, este es un espacio en ruinas muy sugerente en donde los artistas están demostrando que tienen muchas cosas que expresar”.
En ‘Lavado’ confluyeron diferentes expresiones artísticas: graffiti, música, performance, jams de dibujo y maping.
Juliana Montesdeoca, participó con una instalación. Ella recreó una casa en miniatura con 33 muñequitas de plastilina en diferentes posiciones. Las personas que llegaban hasta esta habitación de paredes y pisos maltrechos se sorprendían por la prolijidad del trabajo.
A Motesdeoca la idea de lo efímero la seduce. “Este espacio me quitó la presión que existe cuando se presenta una obra en un galería”.
Para Patricio Ponce ‘Lavado’ fue una buena oportunidad para exponer su obra. Cree que los artistas no tienen muchos lugares para mostrar su trabajo.
En una pared blanca llena de moho cuelgan las piezas de Cierre de campaña una obra que Ponce trabaja desde hace cuatro años. “Son afiches que aparecen en tiempo de elecciones y que luego yo los intervengo”.
Lucio Gutiérrez convertido en el Guasón interpretado por Heath Ledger y Álvaro Noboa transformado en el pingüino al estilo Danny DeVito son parte de su obra. “Los políticos se burlan de nosotros, entonces decidí reírme de ellos”.
Una de las obras que más despertó la curiosidad de los visitantes fue la de Cynthia Román. Ella llenó un diminuto espacio del galpón con medicamentos y aparatos que eran utilizados para ‘curar’ ciertas enfermedades psiquiátricas.
Desde hace dos años, ella trabaja en una crítica a la clínica. “En mi obra se muestra esa línea delgada que hay entre la tortura y la terapia en grupos excluidos”.
Durante 12 horas, este galpón se convirtió en un espacio camaleónico. Un lugar de pisos sucios y paredes desgastadas que se colmó de arte y en el que también se propiciaron reflexiones y debates como el generado a través de ‘La ropa sucia se lava en casa’, un performance sobre la violencia a la mujer.