Oficina de Asuntos Extraterrestres creó una obra en la línea del performance. Foto: Jenny Navarro / El Comercio
Subalternidad, tecnologías libres y saberes ancestrales son los tres elementos que sustentan la exposición ‘Arte en órbita’, montada en el Centro de Arte Contemporáneo. Aquí, más de 30 artistas, científicos, pensadores y colectivos trabajan sobre ideas como la exploración espacial, la visualización de las estrellas, las experiencias artísticas que nacen en las periferias, etc.
Satélites fabricados con chatarra, videos de agencias espaciales que trabajan con inversión privada, panfletos político-sociales acerca de las implicaciones del espacio exterior. Estas son algunas de las obras y discursos que construyen esta exposición curada por Pedro Soler y Fabiane Borges.
Para ellos, lo que importa aquí es pensar desde la periferia; mirar que la carrera espacial, la conquista de lo extraterrestre, no es una cuestión que nace en el siglo XX en Estados Unidos y Rusia.
Como lo plantean varios de los artistas, las sociedades aborígenes de América y África, por mencionar dos regiones, miraron más allá del firmamento, creando sistemas para interpretar las noches estrelladas. Y en la actualidad, desde estos lugares hay una serie de proyectos (artísticos, tecnológicos) que también escriben la otra historia del universo; una en la que satélites como el Sputnik 1, pionero en las misiones espaciales no tripuladas, son reemplazados por otros como el Túpac Katari, que toma su nombre del indígena revolucionario del siglo XVIII y con el cual Bolivia comenzó, en 2013, a adentrarse en la oscuridad del universo.
Una serie de grabados de Simone Chambelland y una instalación de Arcangel Constantiti abren la muestra ‘Arte en órbita’. La primera, artista francesa que vivió en Chile, trabajó, desde una mirada femenina, el imaginario de los cohetes y las antenas como símbolos de la exploración espacial. Del otro lado, Constantini ha elaborado un globo terráqueo partido por la mitad como una metáfora de las relaciones humanas, tecnológicas, naturales y políticas de la actualidad. Frente a esta pieza se encuentra un parlante de plasma, cuyos sonidos son audibles solo cuando el espectador acerca su oído al artefacto. Para Soler, esta obra habla de la necesidad de escuchar al mundo en completo silencio.
Entre las piezas en exposición se encuentran obras que son, de una u otra manera, una crítica a los sistemas oficiales para la exploración espacial. Así, mientras que las agencias espaciales desarrollan grandes antenas para explorar el universo, la muestra presenta una iniciativa bastante peculiar: la fabricación de antenas de bambú para localizar y escuchar a los satélites.
Pero la exploración espacial no solo es posible como un hecho fáctico. Y eso lo demuestra, por ejemplo, la Palestinian Space Agency. En el 2010 inició su carrera con cosmonautas, teniendo en cuenta el margen legal que rige a los palestinos: un pueblo sin un territorio nacional. En una era en la que cada país mantiene su soberanía sobre su espacio exterior, ellos intentan romper las barreras terrestres con proyectos que se desplazan entre lo artístico y lo tecnológico.
Al visitar la exposición, una de las preguntas para el espectador es: cuáles son los límites de lo artístico. Los proyectos en exhibición se plantean como una propuesta artística desde una contemporaneidad atravesada por el hecho tecnológico. De este modo, aun cuando varias de las obras se remitan a conocimientos ancestrales, estos son puestos en escena gracias a dispositivos modernos como parlantes, proyectores, televisores o fotografías.
Del lado ecuatoriano, en esta ocasión se muestran obras de artistas como Juan Carlos León, de ufólogos como Jaime Rodríguez, también hay trabajos de Ronnie Nader. Ellos presentan las distintas formas de pensar el espacio y la relación que este mantiene con el humano.