Desde que era niño nunca ha visto un animal silvestre enjaulado. Nació y creció en una comunidad Shuar, de la Amazonía ecuatoriana. Es José Natip, quien desde hace dos años trabaja como guardabosque en el Parque Nacional Yasuní, una de las 50 áreas protegidas con que cuenta el Ecuador.
En un inicio optó por este trabajo por su conocimiento empírico de la zona y porque su casa estaba ubicada en el área de amortiguamiento (espacios de transición entre las zonas protegidas y el entorno).
Sin embargo, desde noviembre del 2012 su praxis tiene un sustento teórico. ¿Cómo? Él y otros 24 guardabosques, entre ellos dos mujeres, iniciaron un proceso de capacitación que duró un año. Durante ese tiempo, ellos recibieron clases de planificación de proyectos, administración de recurso, manejo de conflictos, educación ambiental, conservación y biodiversidad, cambio climático, manejo de visitantes y primeros auxilios.
El Ministerio del Ambiente, a través de la Subsecretaría de Patrimonio Natural, creó en el 2012 el Programa de Capacitación Profesional de Funcionarios encargados de la Conservación –Aula Verde-, explicó Francisco Prieto, director nacional de Biodiversidad.
Esto, con el fin de recuperar las áreas protegidas desde las capacidades humanas de quienes son responsables de su cuidado permanente.
Al igual que Natip, Mercedes Hatatoca, de 34 años, también se inició como guardabosques por su cercanía con el Parque Nacional Sumaco Napo Galeras. Desde hace siete años, se encarga del cuidado de ese espacio.
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Vestida con un pantalón jean y una camiseta blanca que la identifica como guardabosque, recuerda que cuando empezó a laborar era soltera y no tenía hijos. Eso cambió dos años después cuando nacieron sus dos hijos mellizos (Derlis y Reydy). Durante su embarazo siguió con la rutina del trabajo (cinco días dentro de la reserva y dos en su casa). Al volver del permiso de maternidad, tuvo que contratar a una persona para que le ayude con la crianza de sus hijos. “Mis hijos se acost umbraron a verme únicamente los fines de semana. Cada vez que llego a la casa les cuento historias sobre los animales que ellos ven en los libros y con los que yo convivo a diario”.
Algo similar vive Augusto Granda, de la Reserva Ecológica Antisana. Él tiene tres hijos. El mayor, Steven, de nueve años, dice que cuando sea grande quiere ser biólogo. El anhelo empezó hace un año, cuando su papá lo llevó hasta la reserva que custodia y le mostró el trabajo que realiza. “Durante las caminatas vimos cóndores, conejos, curiquingues y un puma que saltó desde un lado de la carretera al otro”. Estas imágenes hicieron que despierte un interés por la vida animal. Él no es el único hijo de un guardabosque que anhela con estar en contacto con los animales que solo ha visto en zoológicos. Carla Yupa, de cinco años, hija de Luis, otro guardaparque del Antisana, tiene el mismo anhelo.
Yupa tiene 34 años y desde hace 12 trabaja en el lado oriental del Antisana. Él y su familia viven en Sangolquí, en el oriente de Quito. Cada domingo viaja dos horas y media en bus para realizar su trabajo y regresa el siguiente viernes.
Natip, Huatatoca, Granda y Yupa concuerdan que en el año de clases teóricas aprendieron a cómo manejar a los visitantes y a planificar el trabajo. “Teníamos la práctica, pero nos faltaban conocimientos sobre conservación, manejo de turistas y administración”, dijo Yupa m ientras conversaba con Jorge Tacuri, de la Reserva Ecológica Cotacachi Cayapas. Él, a diferencia de sus colegas, obtuvo en el 2003 un bachillerato en manejo de recursos naturales. Por sus conocimientos, fue un facilitador durante la capacitación.
El último viernes, estos guardabosques vistieron capa y muceta azul, pues después de un año de capacitación se convirtieron en la primera generación de guardaparques capacitados del Ecuador. Después de la ceremonia, en la Escuela Politécnica Nacional, todos volvieron a las áreas naturales que custodian.
En contexto. El proyecto Aula verde busca capacitar a los 475 guardaparques que trabajan en las 50 áreas protegidas del patrimonio natural del país, a escala nacional. Eso con el fin de mejorar los procesos de conservación y administración de los sitios protegidos del país.