Representación imaginaria de un enfrentamiento entre los indios esmeraldeños y los conquistadores españoles. Imagen: Historia del Ecuador/ Salvat
Llegaron a Esmeraldas a pie. Siguiendo el curso de un río que en ese entonces tenía el nombre de Santiago. Antes habían pasado por Barbacoas, en Colombia, y sufrieron ataques de los nativos. Llegaron a Atacames, la primera ciudad organizada que avistaron en lo que se conocía como las Indias del Sur, ahora Sudamérica.
No los recibieron los indígenas, pues habían huido a las marismas para evitar sufrir abusos de los desconocidos. De manera que arrasaron con la pequeña ciudad en busca de oro, que en dicha comunidad no abundaba. La expedición estaba comandada por Francisco Pizarro y lo acompañaban Diego de Almagro y el piloto Bartolomé Ruiz.
Esto ocurrió años antes de la incursión española en territorio Inca (Perú), más de un lustro antes de que los españoles se internaran en territorio ecuatoriano y peruano, entrando por Tumbes, y se dirigieran hacia el corazón del imperio.
Así consta en un documento de Juan R. Freile Granizo, titulado ‘Destino: El Dorado’ e incluido en un tomo de ‘Historia del Ecuador’ de Salvat Editores (1980). Según el texto, el encuentro entre conquistadores e indígenas que habitan en el territorio que actualmente es Ecuador, ocurrió mucho antes del asesinato de Atahualpa en Cajamarca y de la fundación de Quito.
De hecho, la historia de la expedición española que arribó por primera vez a las costas ecuatorianas empieza aun antes, en 1524 cuando Francisco Pizarro, Diego de Almagro y el religioso Hernando de Luque se aliaron con un objetivo común: la conquista de Pirú o Perú, la zona desconocida del sur que prometía inmensas riquezas.
Con este acuerdo la ‘aventura de las Indias’ resurge con un carácter diferente. La meta va más allá del descubrimiento geográfico o de la conquista. Los barcos de españoles zarpan en busca de un satisfactorio botín. Esto según registra Guillermo Bustos en el texto La Conquista en el Contexto Americano, parte del libro ‘Nueva Historia del Ecuador’ (volumen III).
Pizarro, quien comandaba la misión, partió primero desde Panamá.- Castilla del Oro– y junto a un centenar de hombres se dedicó a explorar el litoral colombiano. Se encontraba en San Juan, comarca que el joven conquistador Pascual de Andagoya gobernó en un tiempo, cuando Almagro- a cargo del abastecimiento militar y de los alimentos- le dio alcance.
Se sumaron también a la empresa el piloto Bartolomé Ruiz, marino de Moguer y el artillero griego Pedro de Candía. Al primero se le encomendó la tarea de enfilar sus velas y navegar hacia el sur.
El ánimo de los conquistadores era terrible, sobrevivían en paupérrimas condiciones, escasean los alimentos y lo único que les impedía regresar a Panamá era la promesa del oro.
Ruiz empezó su recorrido por el Pacífico, siempre mirando a la costa. Pasó por la bahía de San Mateo, por Barbacoas y distinguió, posteriormente, el perfil urbano de Atacames. No se detuvo ni desembarcó.
Continuó su viaje y transitó junto a tierras manabitas y más al sur. De esta manera a Ruiz se le atribuye el honor de ser el primer español en pasar de norte a sur por Ecuador, aunque antes Magallanes realizó el trayecto como parte de su circunvalación al globo terráqueo.
En la ruta el piloto se encontró con una extraña embarcación de balsa, con tripulación y cargada de provisiones y joyas. Capturó a tres jóvenes indígenas que en ella se encontraban- quizás originarios de la Isla de la Puná o de Túmbez- y éstos engrandecieron su sed por los tesoros del Tahuantinsuyo.
La expedición de Ruiz, gracias a los relatos de los prisioneros aborígenes, inflaron las ansias de enriquecimiento de Pizarro, Almagro y sus hombres. Nacía paralelamente el ímpetu por la búsqueda del mítico El Dorado.
Como parte de esta exploración los españoles (Pizarro y sus hombres) visitaron territorios en la actualidad ecuatorianos, en tres ocasiones, antes de los conocidos y bien difundidos hechos históricos de fundación.
Fue después de las indagaciones marítimas de Ruiz, que el resto de expedicionarios, llegaron por primera vez a Esmeraldas y Atacames. Allí se asombraron de las estructuras arquitectónicas y se produjeron los primeros enfrentamientos con nativos de la zona.
Al no encontrar el oro deseado y bajo la presión del agobio del resto de españoles, Pizarro decide regresar al norte, no a Panamá sino a la Isla del Gallo (Colombia).
Allí, en ese diminuto punto en medio del mar, ocurre un suceso registrado en todos los libros de historia de la época de la conquista y recordado siempre por los historiadores.
En 1527, tres años después del inicio de la ambiciosa misión, Pizarro permanecía con su tripulación en la Isla del Gallo. Almagro había partido a Castilla del Oro en busca de ayuda y las tropas estaban desgastadas. Así lo cuenta el historiador Cléver Bravo.
No llega Almagro a auxiliar a los harapientos conquistadores, arriba el capitán JuanTafur y los invita a regresar con él a Panamá y abandonar la misión. Este anuncio obliga a Pizarro a trazar una línea en la arena e incita a los hombres que quieran riquezas, éxito y nobleza (que solo encontrarán al sur) a cruzarla.
Con Tafur se regresaron 80 soldados, entre ellos el piloto Bartolomé Ruiz, y solo 13 permanecieron fieles a Pizarro. A ellos que se quedaron y que posteriormente continuarían las expediciones hacia el supuesto El Dorado, se los conoce como ‘Los Trece de la Fama’.
La misión integrada por estos 13 españoles, que después serían nombrados Caballeros de la Espuela Dorada, se embarcan hacia la tierra prometida de Pirú, haciendo escala nuevamente en lo que hoy es Ecuador.
Descubren la Isla de Santa Clara o de El Muerto, nombrada así por su perfil que recuerda a un cadáver cubierto. En ese lugar encuentran –al fin- cantidades respetables de oro y plata y se enfilan nuevamente a mar abierto.
Los expedicionarios recorrieron la costa ecuatoriana, “viendo en diferentes partes indios vestidos uno con clavos de oro, otros con patena de plata, y todo ello en gran abundancia”. Así consta en el primer capítulo- escrito por Carmen Gómez y Juan Marchena Fernández- del libro de ‘Historia de América Andina’ (volumen II).
En ese viaje, realizado entre 1527 y 1528 llegan hasta Túmbez (territorio peruano y parte del territorio incaico) y fundan la ciudad a nombre del rey Carlos I, nombrándola Nueva Valencia de la Mar del Sur. Posteriormente retoman la ruta hacia el norte y regresan a Panamá, Pizarro incluido.
La tercera visita ocurre en años cercanos a la invasión de Cajamarca. Y posteriormente al desplazamiento de Francisco Pizarro a España y regreso a Panamá.
Zarpan de la ciudad, con sus tropas y el capitán Diego de Almagro, en 1530. Bienventurados y con el favor del viento llegan en 13 días a la bahía de San Mateo, pasan por Atacames- por tercera vez y sin encontrar mayor botín.
Visitan también los territorios manabitas de Cancebí en donde solo encuentran algunas piezas de cerámica, y Coaque. En esta última población aconteció un breve combate con los indígenas y muchos españoles enfermaron. Llegan luego a Picoaza y Santa Elena.
Antes de ingresar definitivamente a territorio continental- siendo Túmbez su puerta de entrada- se aproximaron a la Isla de la Puná. Algunos de los tripulantes fueron atacados por los indígenas y no solo eso. Fueron, asimismo, despedazados e introducidos en grandes vasijas. Sus restos sirvieron de alimento para los guerreros nativos.
Los conquistadores que esquivaron la embestida siguieron hacia el sur, rumbo al magno imperio y con la esperanza, también, de llegar a El Dorado.