La cultura activa los espacios públicos en Quito

En el barrio San Marcos existe el proyecto Quincenas Culturales.

En el barrio San Marcos existe el proyecto Quincenas Culturales.

En el barrio San Marcos existe el proyecto Quincenas Culturales. Foto: Archivo EL COMERCIO

Los habitantes de La Floresta (en el nororiente de Quito) han encontrado alternativas para apropiarse del espacio público de maneras lúdicas y creativas. Desde hace unos meses, muchas de sus calles tienen orejas de elefantes: extensiones de las esquinas de las calles, para que los automóviles tengan que dar un giro más amplio y así circulen más despacio.

La novedad de estas orejas de elefante es que los moradores han colocado grandes maceteros decorados por los artistas que viven en el barrio. Esta iniciativa, que forma parte del proyecto Mi Calle, es un ejemplo de cómo la cultura puede ayudar a construir una ciudad más sostenible. Un tema que será parte de las reflexiones que se tratarán en Hábitat III, la Conferencia de la ONU sobre Vivienda y Desarrollo Urbano, que se celebrará desde el 17 de octubre de 2016.

Para el arquitecto y urbanista Jaime Izurieta, no existe una mejor forma de generar sostenibilidad real en una ciudad, que hacer de sus centros lugares extremadamente atractivos para que la gente decida habitarlos. “Cuanto más lejos de la ciudad se va a vivir una persona, más tiene que gastar el Municipio en servicios básicos, como agua, luz, alcantarillado y menos en cultura”.

San Marcos, en el Centro Histórico, es otro de los barrios que ha logrado reactivar el uso de sus espacios públicos. Desde febrero, el Comité de Emprendedores de San Marcos creó el proyecto Quincenas Culturales, en el que los vecinos del barrio se apropian de la calle Junín, para realizar actividades artísticas.

David Jácome, director de Resiliencia del Instituto Metropolitano de Planificación Urbana del Municipio, subraya que casos como el de San Marcos son muy interesantes porque permiten organizar actividades sostenibles a lo largo de todo el año.

Este experto en resiliencia sostiene que una de las cosas menos sostenibles que puede ocurrir en una ciudad es que sus habitantes tengan que salir a buscar nuevos sitios para vivir. “Una de las formas de rehabilitar espacios de la ciudad -dice- es a través de la cultura”.

La Merced y Alangasí, zonas periféricas de Quito, también son un buen ejemplo del uso que sus habitantes dan a los espacios públicos. Jácome comenta que en estas zonas se mantiene cierta calidad de vida, porque la gente participa mucho de las actividades que se realizan en sus calles.

Para que los habitantes de una urbe piensen en apropiarse de sus espacios públicos por medio de la cultura es necesario -según Jácome- que tengan cubiertas sus necesidades básicas. “En Quito, la ventaja es que hay un alto porcentaje de cobertura de servicios. El 96% de la población tiene agua y el 98% energía eléctrica”.

Sin embargo, contar con comunidades que tengan cubiertos sus servicios básicos pero en las que no exista interacción no sirve de mucho. Pablo Corral, secretario de Cultura, sostiene que el Municipio tiene que ser un facilitador de la cultura pero que no debe ser el encargado de organizarla. “Uno de los problemas es que no se usan los espacios públicos; hay poca gente que los aprovecha. La mayoría solo los usa para hacer deporte”.

Corral sostiene que la Villa de las Artes en el parque Itchimbía es una muestra de cómo un espacio público se puede convertir en un espacio de encuentro, a través del fomento del arte y la cultura.

El Museo Nómada y Mapear no es Habitar son dos proyectos que, durante los días de la celebración de Hábitat III, realizarán actividades para pensar la ciudad desde la cultura.

El Museo Nómada es un proyecto para repensar la idea de museo. “Lo que queremos -dice Izurieta- es que la gente viva la ciudad como un espacio para la generación de arte”.  Mapear no es Habitar, organizado por Arte Actual de ­Flacso, tendrá talleres con artistas locales y extranjeros.

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