Los rincones afros mantienen vivos los referentes culturales

En el interior de muchas casas de afroesmeraldeños hay instrumentos como el bombo o la marimba.

En el interior de muchas casas de afroesmeraldeños hay instrumentos como el bombo o la marimba.

En el interior de muchas casas de afroesmeraldeños hay instrumentos como el bombo o la marimba. Foto: Marcel Bonilla / EL COMERCIO

Una secuencia de cuadros con mujeres negras adorna un espacio en la vivienda de Adison Güisamano, un antropólogo dedicado al estudio de la cultura afroesmeraldeña.

Dos tambores africanos e instrumentos de los afrodescendientes en Centroamérica, completan un conjunto de instrumentos ancestrales usados en sus fiestas en las que recuerdan la diáspora africana.

Con ese sentido de pertenencia, varios afroesmeraldeños conservan en sus casas espacios en los que se guarda celosamente la cultura heredada de sus ancestros, en los que rememora la cultura africana.

Los detalles van desde adornos hechos con tagua, coco, caña guadúa, hasta lienzos de damagua, que se colocan en estantes o cuelgan en las paredes del espacio que reserven para recordar sus tradiciones.

En la casa de Güisamano hay un conjunto de bateas de madera pintadas con detalles afros: rostros de mujeres y hombres, tallados con rasgos expresivos que denotan alegría. “La alegría nos distingue” dice el antropólogo.

Dícimo Rangel es otro afroesmeraldeño que tiene en su sala canastos tejidos por las mujeres afros del norte de la provincia, de donde es oriundo. Para él conservar una atarraya, una catanga y réplicas de pequeñas canoas elaboradas con balsa y cedro, es conservar la tradición de su pueblo que vive de la pesca y la transportación por los ríos en bongos (canoa pequeña).

Una pared con cuadros en los que se contemplan alegorías de los africanos que habitaron en el norte de la Esmeraldas, acapara la atención. La fusión de colores primarios y la cadencia del baile de marimba se expresan en cada movimiento de mujeres retratadas en cuadros.

Sobre un piso de 4 por 4 metros construido con pambil, madera que da sonoridad a la marimba, están cuatro piedras con forma de un ovalo, con una superficie cóncava. Rangel las trajo desde Playa de Oro, una población ubicada en el cantón Eloy Alfaro.

El color de las piedras es un poco gris, porque fueron extraídas del río Santiago para usarlas como herramientas para hacer la tradicional bala esmeraldeña, sobre la cual se golpea el plátano cocinado.

Estos elementos son parte de los detalles que evocan la cultura del pueblo afroesmeraldeño, que se conserva en un rincón en sus casas para guardar esas viejas costumbres y ser transmitidas de generación en generación.

Los espacios culturales se observan con mayor frecuencia en las casas de los gestores culturales como Rosa Wila, una de las principales cantoras de arrullos. En la parte posterior de su vivienda conserva una marimba, dos bombos, un juego de maracas y guasá.

Wila dice que esos espacios culturales siempre existieron en las casas de madera y caña del negro campesino, que después de las labores diarias tocaba sus instrumentos.

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