En la Escuela San Francisco de Quito, estudiantes y docentes organizan las raciones. Foto: Paúl Rivas / EL COMERCIO
Cinco niños se deslizan entre cajas repletas de alimentos escolares, apiladas en una de las aulas. Dos colocan en una funda los jugos o las leches. Otros dos cuentan las galletas y las barras energéticas. Y un tercero, el de voz gruesa, anuncia el número de estudiantes por paralelo para la entrega de las raciones alimenticias.
Esta dinámica se repite una vez a la semana en la Escuela San Francisco de Quito, norte de la capital. Los estudiantes acuden al lugar, en donde se almacenan los productos que entrega el Gobierno, para llevarlos a sus clases y comerlos.
Los niños de primero y tercero de básica reciben los lunes los alimentos, para los cinco días de la semana. El resto toma el producto cada día. El Estado destina al mes (20 días hábiles)
USD 6,46 por estudiante, según el Ministerio del ramo. Este año, el Programa de Alimentación Escolar llega a 3 053 870 alumnos del sistema público. Es 7% más en comparación con el 2016.
Así que se repartió en 13 129 centros fiscales y municipales (no todos). Eso representa el 64% del total registrado en la web del Ministerio de Educación. Ecuador no es el único país que dota a planteles públicos de comida. En Chile el programa ofrece desayunos, almuerzos, colaciones y cenas.
Finlandia, país conocido por sus logros educativos, fue el primero en ofrecer comida gratuita al alumno, en 1948. Según el Programa Mundial de Alimentos (FAO), esas iniciativas desarrollan el capital humano a largo plazo y ayudan a romper los ciclos intergeneracionales de pobreza y hambre.
En la última década, el programa de alimentación ecuatoriano registró varios cambios. Así se pasó de ofrecer colada a néctar de frutas y leche de sabores, y de granola en hojuelas a barras energéticas.
Pero el mayor cambio fue dejar el almuerzo por la colación. Del 2007 al 2009 se entregaban alimentos crudos para su preparación en ciertas zonas. Arroz, aceite, sal, atún, fréjol, sardina y haba seca llegaban a planteles de Sierra y Costa.
No todas las instituciones educativas fiscales se beneficiaron del almuerzo, únicamente las vespertinas y rurales. Incluso, los productos no cubrían los 200 días del año escolar. Con la bebida y galleta o barra de cereales sí, incluso un grupo de municipales.
En las escuelas San Francisco de Quito y República de Bolivia, este Diario observó que esos alimentos tienen mayor acogida en el recreo. Los preferidos son: leche de sabores, néctar de frutas y galletas.
Juan Taipe y Steven Chicaiza, de séptimo año, ayudan a organizar las raciones para sus compañeros de la San Francisco de Quito. Ellos cuentan que el sabor del producto “no es malo”. “Nos agrada”. La variedad los hace más atractivos. Además, para algunos es un reemplazo del desayuno diario.
Taipe y Chicaiza no se sirven la primera comida del día en casa. A las 06:00 salen para llegar a tiempo a la escuela. Ambos confían en la entrega del producto para “aguantar” la jornada de seis horas.
Esto no le ocurre a Emily Núñez, otra alumna. Ella todas las mañanas desayuna un sánduche, huevos y leche. Cuando llega el recreo prefiere disfrutar lo que le envía su mamá. No le gusta el alimento escolar -dice- por su “raro sabor”.
En este plantel hay opiniones divididas sobre el insumo entregado por el Gobierno, comentó Vilma Tapia, inspectora general. “A unos les gusta y a otros no”. Quienes no lo prefieren deben llevárselo a sus casas para compartir con sus familiares o amigos. Está prohibido botarlos a la basura.
El próximo año lectivo, los estudiantes recibirán los mismos alimentos. Hay un convenio marco, por dos años, suscrito entre el Servicio Nacional de Contratación Pública (Sercop) y los proveedores adjudicados -bajo subasta inversa- para su elaboración.
Esto implica que las empresas encargadas: Consorcio Ordeño-Fortesan, Lechera Andina SA Leansa y Lafattoria SA mantengan los mismos valores nutricionales de las raciones alimenticias.
Este Diario se comunicó con un proveedor (Nutrivital para Lafattoria), en donde se dijo que llamarían para una entrevista. También se accedió a registros del Sercop, en los que aparecen contratos del 2015- 2016, hechos con el Instituto de Provisión de Alimentos y la Empresa Pública Unidad Nacional de Almacenamiento. Aparecen 14 contratos con Fortesan, por
USD 19 185 826; nueve con Lechera Andina por 8 212 677. No se pudo acceder a los de Lafattoria.
Según una especificación del Ministerio de Salud Pública, del 2016, cada ración contiene del 3% al 20% de total de energía y nutrientes que requiere un estudiante a diario. Para Jenny Ruales, PhD en Ingeniería de Alimentos y docente de la Escuela Politécnica, y Paola Carrillo, de la UDLA, esa ración alimenticia “es un complemento” para la dieta del niño o del adolescente. Ambas opinan que lo que se ofrece es una colación, por lo que es necesario que el niño salga desayunado de su casa.