El volcán ruge con fuerza y expulsa una bocanada de humo negro. Samir Vaca, de 6 años, trata de alejarse para que las piedras volcánicas no caigan sobre él, pero se enreda con los cordones de su zapato y cae.
Sus compañeros de la escuela China Internacional, en Quito, entran en pánico y corren de un lado a otro de la habitación. Ericka Guevara, mediadora del Museo Interactivo de Ciencia (MIC) trata de tranquilizarlos . “Siéntense en el lugar en el que estén y presten atención”, les dice.
Los pequeños la obedecen y se ubican junto a la maqueta del volcán, de 1,5 metros de altura, que se encuentra en la sala Guagua, del MIC. El lugar fue creado para que los niños reflexionen sobre el cuidado del medio ambiente y también para que conozcan cómo reaccionar frente a un desastre.
¿Qué pasa cuando un volcán erupciona? consulta Ericka. Samir es el primero en responder: cae lava que nos puede quemar. “Por eso las personas no deben construir escuelas o edificaciones cerca de las zonas que pueden ser afectadas por la caída de lava o de piedras volcánicas”, complementa Vaca.
De pronto, el sonido de un rayo retumba en los parlantes de la sala y una luz intermitente se enciende de forma simultánea. Los pequeños se asustan y se ponen de pie para correr, pero el piso está diseñado para temblar con el movimiento como si ocurriera un terremoto. Los lugares más seguros para protegerse es debajo de una mesa, grita Ericka.
Liliana Espinoza, docente de la escuela China Internacional, asegura que una de las estrategias más efectivas para que los niños aprendan sobre riesgos es hacer que el conocimiento sea vivencial. “Cuando los niños sienten que se mueve la tierra, por ejemplo, ellos se familiarizan con el fenómeno y cuando ocurra en la realidad ya no les dará tanto miedo”.
Por ello, en su institución, también realizan simulacros de forma permanente para que los niños estén preparados. Tienen un plan de seguridad que fue definido en función de las amenazas que existen en el sector donde está la escuela (Vicentina) y los profesores han recibido capacitación. “Cada uno sabe qué hacer y en dónde colocarse para garantizar una evacuación segura de los niños”.
Samir sube al piso en movimiento y se coloca en uno de los extremos. Simula que pierde el equilibrio y que va a caer en un río hecho con pelotas de plástico azules que está cerca del volcán. Sus compañeros lo empujan, pero no consiguen desestabilizarlo.
Ericka los invita a pasar a otra sala, donde existen animales del bosque húmedo, y antes de salir la maestra pregunta al pequeño qué le pareció la experiencia junto al volcán. “Me pareció un poquito vibrante”, dice sonriendo.
Lo que no debe faltar en la escuela
Instale alarmas de emergencia en sitios claves de la escuela y haga que los niños identifiquen el sonido para que reaccionen de forma inmediata.
Coloque señalización en aulas y corredores para que los pequeños sepan qué camino tomar en caso de que sea necesaria una evacuación.
Tenga a mano un extinguidor y verifique permanentemente que funcione y que esté cargado. No lo coloque dentro de gavetas con llave.
Elabore una lista a mano con los nombres de los estudiantes y su historia clínica. De esta forma es más fácil atender cualquier emergencia.
Señalice los lugares que pueden ser más seguros y los menos seguros, según el tipo de desastre y haga que los niños los reconozcan.
Cómo estructurar un programa de seguridad
La escuela debe convertirse en un ente coordinador en cada barrio. El primer paso es concienciar al resto de actores de su entorno sobre la necesidad de estar preparados para reducir los efectos que pudiera causar un desastre natural en la comunidad . El carpintero del barrio, el artesano, el tendero, el docente, etc., deben reunirse y dialogar sobre este tema.
Se debe identificar las posibles amenazas, según el sector en dónde se ubique la escuela. Por ejemplo, si se está en pendientes o quebrada es más probable que se produzcan deslizamientos de tierra. Si existen ríos o vertientes cercanas a la escuela hay que estar preparados para inundaciones. Y si está cerca de fábricas con productos inflamables podría darse un incendio.
Las escuelas que se han destruido durante un desastre natural han sido las que no han cumplido con las normas de seguridad de construcción. Verifique de forma permanente la infraestructura. Haga mingas y asegúrese de que el sistema eléctrico esté en óptimas condiciones, que no haya cables de luz de postes cerca y que los techos y las columnas que sostienen a la edificación estén intactos.
Los planes de seguridad deben ser conocidos por los niños en talleres prácticos para que el proceso de aprendizaje sea más efectivo. Se debe realizar simulacros en donde se defina las responsabilidades de cada profesor o empleado de la institución educativa. Es recomendable elaborar trípticos o folletos para recordar el plan.
Frente a una emergencia, la seguridad de los niños debe ser la prioridad. Tenga en la institución especialistas en medicina para atender cualquier emergencia. Defina con claridad que persona será la encargada de llamar a un organismo de socorro de ser necesario, quién evacuará a los pequeños; quién buscará el botiquín de primeros auxilios y quién será el que dé las indicaciones a niños y profesores.
Los niños que tienen algún tipo de discapacidad o que padecen de alguna enfermedad deben ser los primeros en ser evacuados. Se debe asignar un tutor adulto para que se encargue de trasladarlo desde el aula, a un lugar seguro. Los espacios abiertos, como el patio de la escuela, son buenos lugares siempre y cuando no existan objetos cerca que puedan caer sobre las personas, como un poste de luz.
Frente a un temblor los pequeños deben saber que sitios servirán para protegerse en su clase. La mesa o el escritorio servirá solo si es más grande que el pequeño. Es importante que el profesor sepa como mantener la calma para poder controlar a los niños. Eso evitará que, por ejemplo, los niños corran de forma desordenada y caigan o queden atrapados sobre los escombros de la infraestructura.
Los centros educativos deben incluir materias dedicadas a la prevención de riesgos y también al cuidado del medio ambiente en sus mallas curriculares. Los niños deben familiarizarse con los contenidos de forma permanente para crear una cultura de prevención. Además, se debe definir tareas extra curriculares que posibiliten a los pequeños contar lo que aprendieron a padres y amigos.
Desarrolle campañas medioambientales que puedan ayudar a reducir los riesgos frente a un desastre. Podría sembrar árboles en los alrededores de la escuela, pero no en el interior, porque podría ser un pararrayo natural si se presenta una tormenta eléctrica. Enseñe al niño a cuidar el agua y la energía en sus espacios cotidianos. Y realice visitas al campo para reflexionar sobre la importancia de conservar la naturaleza.
El plan de seguridad tiene que ser evaluado de forma permanente. Las ideas que puedan dar los padres, profesores o niños pueden enriquecerlo. Comparta la experiencia con otras comunidades educativas para que la repliquen y organicen actividades conjuntas de apoyo. Si una escuela se ve afectada por un desastre natural, otras pueden reunirse para brindar ayuda.
Las puertas de la escuela deben abrirse hacia afuera. De esta forma si se bloquean será más fácil empujarlas para que la gente pueda evacuar.
El botiquín de primeros auxilios no puede faltar. Además, de vendas y suero debe tener agua, alimentos, mantas y un radio de amplitud modulada.
Dibuje un mapa de la escuela y su entorno a mano, para que los niños sepan cómo y por dónde evacuar cuando se presente una emergencia.