Entrevista a Sergio Ramírez, ganador del Premio Cervantes 2017. Foto: Patricio Terán/ EL COMERCIO.
¿Cómo nace su gusto por la novela policial?
Entre mis primeras lecturas de adolescencia estuvieron las novelas de Edgar Allan Poe, que es el gran inventor de la novela policial. Ahí nació mi gusto por el misterio y la persecución del criminal. Luego me convertí en un gran lector de Georges Simenon que creó al comisario Maigret, él me parece la sutileza convertida en investigación. Luego llegaron los clásicos de la novela negra anglosajona como Raymond Chandler y Dashiell Hammett.
¿Y autores de la región?
Claro, está Élmer Mendoza (México) y Leonardo Padura (Cuba). Me gustan sus novelas porque se acercan a ese ideal del detective atormentado, que es víctima de sus propias circunstancias. Ese tipo desolado, derrotista y perdedor que siempre se encuentra con un universo adverso a la hora de intentar resolver casos.
Como Dolores Morales…
Dolores Morales es un arquetipo de una generación. De la generación de los años ochenta en Nicaragua que se comprometió con la revolución sandinista. Él era un guerrillero de línea que perdió una pierna en un combate. Cuando llega el tiempo de la revolución, por azar, entra en la policía y termina en el departamento antidroga.
Dolores Morales es el protagonista de su nueva novela, ¿qué ha cambiado en este personaje desde que apareció en ‘El cielo llora por mí’?
En la nueva novela dejó la policía y con el dinero de su retiro abrió una agencia de investigaciones privadas de tercera categoría, en Managua. Todo da un giro en su vida cuando le cae un caso sonado de la desaparición de la hijastra de un millonario.
¿Por qué decidió apostar nuevamente por la novela negra?
Porque me pareció que era la mejor forma que tenía para hablar de la Nicaragua contemporánea.
¿La novela negra como un espejo de lo que pasa en la sociedad?
Lo que sucede en Nicaragua puede pasar en cualquier país de América Latina. En la región hay una globalización del delito y de la irregularidad institucional. Lo que hice en ‘Ya nadie llora por mí’ fue colocar un espejo detrás del rostro de Dolores Morales. Lo que se ve es todo este paisaje desarticulado que no es como debería ser. Al retratarlo a él retrato a toda la sociedad.
¿A qué se refiere cuando habla de una América Latina Negra?
Hay una América Latina Negra que está formada por esta globalización de la corrupción que han dejado atrás las diferencias ideológicas. Antes se creía que la izquierda defendía la honestidad y los actos ilícitos irregulares le quedaban a la derecha. Ahora esas fronteras se borraron.
Usted estuvo vinculado a la política cuando fue Vicepresidente de Nicaragua, supongo que eso le ha ayudado para retratar ese mundo dentro de sus novelas.
Para mí el mundo de la política como historia personal quedó atrás. Lo uso como experiencia literaria porque me permitió conocer el poder y sus mecanismos. Ahora no quiero nada que ver con la política. Soy un escritor que actúa como ciudadano crítico fuera de sus libros.
¿Cree que en Latinoamérica la realidad siempre supera a la ficción?
En América Latina ha sido así desde las épocas de independencia. La ficción siempre ha sido un pálido reflejo de la realidad. Si nos ponemos a analizar cada país son infinitas las historias de caudillos, de guerras y de luchas de poder. La historia tiene un enorme poder que la ficción no ha podido empatar. Creo que las nuevas generaciones de escritores tienen la ventaja de contar la historia pasada con ojos frescos.