Entrevista al director colombiano de cine Luis Ospina quien presentó durante los EDOC parte de su obra. Foto: Eduardo Terán/ EL COMERCIO.
El director colombiano Luis Ospina estuvo en Quito para presentar parte de su obra; también habló sobre su trayectoria y su mirada hacia el cine contemporáneo. El EDOC celebró su trayectoria con una retrospectiva de nueve documentales.
La forma de ver cine cambió con la irrupción de pantallas digitales y la Internet. ¿Qué lugar ocupa la sala de cine actualmente en ese contexto?
Los que crecimos en los 50 y 60 vivimos casi una experiencia sacra en el cine. Cada sala era un templo que tenía su personalidad y uno recordaba las películas por el teatro en el que las había visto. Eso es algo que se ha perdido completamente con el fenómeno del multiplex. Ahora da lo mismo ver una película en Singapur que en Quito.
¿Por qué ya no existe esa diferencia?
El cine comenzó siendo un espectáculo de feria y ahora ha vuelto a eso porque ha perdido toda su sacralidad. Siempre admiré el gran cine norteamericano de Hollywood, pero ahora ese cine se agotó en el remake del remake, la precuela y la secuela. Me siento desplazado de las salas porque es un producto orientado a los niños y por eso tengo que ver cine en mi casa o en festivales.
¿Queda algún placer en asistir a una sala de cine?
La ventaja que tiene la sala de cine es que aún convoca a una comunidad de personas. Es muy diferente ver una comedia con público que verla solo, en un teléfono o un televisor. Si se crea una comunidad se siente que se comparte una energía colectiva frente a una película.
Se suele hacer distinción entre cine comercial y de autor, igual con las salas comerciales y alternativas. ¿Sucede lo mismo con el público?
Para los cinéfilos de los 50 o 60 no había esa división. Después el cine se descarriló y comenzó la época del ‘mainstream’ que se diferenciaba del gueto del cinearte. El cine hegemónico de Hollywood está desplazando cada vez más a los cines locales, por eso es tan difícil que surja un cine nacional. Nuestros países a veces hacen películas buenas que tienen un gran recorrido en festivales, pero el público local no lo ve porque está muy deformado por el ‘mainstream’ y la TV.
¿Esa influencia del ‘mainstream’ alcanza solo al público o también a los realizadores?
Ahora los jóvenes son los que hacen cine y lo que cuestiono es que no tienen un mundo interior y que se dejan llevar por la parte más superficial del cine o la técnica. Pero lo que importa es lo que está frente a la cámara; el rostro humano. Que el cine sea una ventana al mundo no basta, tiene que ser una ventana al alma. El buen cineasta es el que tiene un mundo interior y un punto de vista.
¿Qué fue lo que orientó ese particular estilo del documental caleño, orientado hacia el entorno urbano?
Hasta los 70 el documental estaba muy ligado a la antropología y la sociología. En cambio, los cineastas caleños fuimos más urbanos. En el Grupo de Cali no éramos amigos del realismo mágico, sino que éramos más cosmopolitas. Entonces se fue desarrollando un cine orientado a crear una memoria audiovisual de la ciudad.
‘Andrés Caicedo: unos pocos amigos’ es otro de los filmes presentes en EDOC ¿Cuál ha sido la influencia de Caicedo en el cine del Grupo de Cali y en el que usted ha hecho?
Andrés nos hizo interesar por la literatura gótica y el cine de género. La influencia de Andrés también fue importante como crítico de cine. Nos enseñó a ver que no había división entre el cine y la vida. Algo que se refleja en mi última película ‘Todo comenzó por el fin’, donde la vida y el cine se juntan.
En ‘Agarrando pueblo’, de 1976, hay una crítica sobre el abordaje de la miseria, que fue un eje que marcó varias obras latinoamericanas. ¿Nota algún cambio en las corrientes del cine regional contemporáneo?
Era un cine orientado hacia lo político que se desgastó y se volvió demagógico y a veces ligado a causas insostenibles. Ahora hay más variedad de temas. Pero la pornomiseria sigue vigente porque de cara a los festivales europeos se corre el riesgo de crear historias más para el paladar europeo que para el local. Por eso se pierde contacto con el público nacional.