José Luis Blondet, junto a la obra ‘Urban Light’ (2008), del artista Chris Burden; la pieza es una insignia del LACMA. Foto: Ivonne Guzmán / EL COMERCIO
Esta semana en la que la Bienal de Venecia ha copado las noticias del arte, se antoja necesaria una conversación sobre el acto de curar, entendido como curaduría en el ámbito artístico y también en sus sentidos más amplios. Para cumplir con esta tarea, contar con José Luis Blondet -Curador de Proyectos Especiales de uno de los museos más importantes de Los Ángeles, EE.UU.- como interlocutor es un privilegio.
¿Son los curadores, especialmente los de arte, una mutación de oficios que se llamaban de otra forma? ¿O son una nueva especie?
Es que creo que hay muchos tipos de curadores. Y como las maneras en que el arte circula han cambiado, pues a veces la figura del curador se hace más necesaria o más evidente; quizás ha estado allí con anterioridad pero no tenía tanta visibilidad. Siento que a veces al curador le toca mediar o establecer diálogos más profundos entre una audiencia y la obra, o entre una institución y el artista; o entre una institución, el artista, la audiencia y la obra…
¿En las vanguardias, en el siglo XX, hubo curadores?
Lo que pasa es que las instituciones eran distintas también. Pero, ciertamente, existían personas que comisionaban proyectos a artistas y personas que cuidaban la obra de arte. Como es sabido, la palabra curador viene de cuidar, (en arte) cuidar una obra.
¿Entonces un curador es más bien una especie antigua que finalmente ha encontrado su nombre?
No sé si finalmente, a lo mejor es una cosa que sigue en transición y deviene en otra cosa. Me gusta pensar que es algo pasajero… Así como antes eran super importantes los agentes de viaje y ahora ya no; quizá muy pronto ya no hará falta curadores.
¿Qué crees de esa imagen de pop star que tiene el curador en este momento?
Hay muchos tipos de curadores y de artistas, muchos lenguajes.
Pero la figura del curador está asociada al estereotipo de la nueva estrella del arte hoy, ¿o no?
No, no creo. Lo que siento también es que con la relación con el arte contemporáneo con un mundo más global, a veces es más fácil que los medios se inventen una figura que seguir. Entonces dicen: Este es el gurú que determina qué es lo que vale. Los curadores no creo que tengan tanto poder. O son muy pocos los que tienen tanto poder.
¿Qué es primero, el curador o la obra de arte?
La obra de arte, sin duda.
¿No necesitas un curador para que exista?
No. Segurísimo.
A veces parecería que sí, que si no está validada por el curador la obra no existe.
Bueno, la relación con el curador puede ayudar a que la obra circule de una manera distinta; más eficiente o menos eficiente, más ruidosa o menos ruidosa, más intelectual o menos intelectual. Pero la obra creo que depende del artista.
¿Y existe aunque no sea reconocida y nunca la lleguen a nombrar como tal?
Cómo podemos saber eso. Las cosas tienen sus propios devenires, sus propios ciclos. Carmen Herrera, una artista que tiene más de 100 años (cubana, 1915) alcanzó cierta fama y reconocimiento muy recientemente (2004). Pero eso no quiere decir que sin el reconocimiento la obra no existe. El reconocimiento le da visibilidad, pero la obra está allí.
¿Sabías que de las 14 acepciones que tiene el diccionario de la palabra curar ninguna hace referencia al trabajo del curador de arte?
Eso me encanta, eso me parece buenísimo.
¿Por qué?
Porque no limita el trabajo del curador a un discurso especializado de la historia del arte, por ejemplo.
En cambio la palabra curador, como ya mencionaste hace un rato, sí se refiere a alguien que cuida de algo. ¿Te sientes un cuidador?
Más que un cuidador, yo me siento un lector. Cuando lees te toca leer no solamente lo que dice el texto, sino también la manera en que el texto se dice y también el contexto, y también los subtextos, y también los hipertextos… Entonces empieza toda una serie de relaciones donde la obra es parte de un todo, pero la obra al mismo tiempo es el todo. Y estos juegos me parece que son fundamentales. Como curador me gusta pensar que estoy leyendo y escuchando voces, que estoy viendo un lenguaje y cómo funciona ese lenguaje que se abre a una dificultad o se cierra ante otra…
¿Qué otra palabra aparte de cuidar crees que podría ser cercana a curar, en el ámbito artístico?
La primera que me viene a la mente es escenificar. Yo creo que en el acto de curar hay algo de poner en escena, ¿no? De estar seguro de que este sea el auditorio adecuado para esta representación, de pensar si queremos luces o no, música o no, vamos a poner cortinas, por dónde entra el público…
¿Por qué desde hace algunos años el mundo necesita curadores en áreas tan distintas como las del periodismo o el arte?
La palabra curador es una palabra muy sexy. Entonces hay muchas campañas de mercadeo que juegan con ese sex-appealing que puede tener la palabra; y usarla en una sección ‘curada’ de noticias, por ejemplo. En estos días escuché algo de un clóset curado.
¡No!
Sí. Entonces ahí están asociando mucho la idea de selección con la de curaduría, que es un aspecto del trabajo de un curador, pero no es solamente eso, porque incluye muchos otros aspectos. A veces siento que la palabra curador, que está en todos lados ahora, quita especificidad.
¿Está siendo abusada?
Totalmente. Por ejemplo, cuando yo vine a Estados Unidos hace 15 años me tocaba explicar en el aeropuerto a la gente de migración qué era ser curador y decía: “Hago programas de educación en los museos”. Desde hace como 10 o 7 años ya no tengo que explicar nada; hasta un policía de migración sabe lo que es un curador. Porque probablemente hasta las políticas de migración son curadas por alguien (risas). Todo está curado.
Al parecer, sí.
Y creo que el abuso de la palabra curar tiene que ver con el excesivo énfasis en mediar las cosas. Cada vez las cosas son más mediadas. Y no es que me moleste que se use mucho la palabra curador porque ¡curador es nada más el que trabaja con arte! No, no, no… Me alarma en el sentido de que quiere decir que todo está mediado.
Eso quita espontaneidad y riqueza, ¿no?
Sí, porque toca preguntarse: Bueno, cómo hago para ver esto sin filtro.
Por ejemplo, los curadores de noticias de hoy antes se llamaban editores.
Claro. Pero además en el editor hay una cosa muy linda que es el trabajo con la precisión del lenguaje. En cambio si le dices a eso curador, qué significa exactamente…
Alguien que escoge contenidos quizá por tendencias; y ahí cambia todo, porque priman criterios distintos.
Ajá. Y le prestan menos atención al lenguaje y eso a mí me parece una tragedia.
Fuera del arte y dándole una capacidad más amplia a la palabra curar, ¿de qué necesitamos curarnos?
Bueno, de muchas cosas. La sordera, por ejemplo, es una de ellas. Creo que hay como una falta de atención; como que nos cuesta y no digo a la sociedad, me cuesta a mí. A veces quisiera saber cómo hacer para estar más atento. Hay una frase preciosa de (Samuel) Beckett, creo que está en una novela que se llama ‘Malone muere’ y dice: “Abrir los ojos en la oscuridad, esa es la tarea”.
¿Qué espacios de la vida requerirían una autocuraduría, un cuidado especial, para vivirlos mejor?
Me parece que un poco eso (la autocuraduría) es una manera de hacer política.
¿Cómo?
En el sentido de decidir a qué cosas le voy a dedicar mi tiempo, qué cosas voy a cuidar, qué tipo de diálogos voy a favorecer, qué tipo de interacciones quiero. Entonces ahí hay también una manera de hacer política, de hacer vida pública… Y volviendo más a lo de cuidar; precisamente se trata de un “cuido” de las formas, de mi relación diaria con las cosas, de la sutileza. Entonces no sé si la palabra curar sea necesariamente precisa. Cuidar me parece más bonito.
José Luis Blondet
Caracas, Venezuela, 1968. Licenciado en Literatura por la Universidad Central de Venezuela; tiene una maestría en Curaduría y Cultura Contemporánea en el Bard College, en Nueva York. Es Curador de Proyectos Especiales del Los Angeles County Museum of Art (LACMA). Entre sus más recientes publicaciones está un texto para ‘Agítese antes de usar’, publicado enArgentina.