Diego Araujo Sánchez fue incorporado el pasado 12 de febrero a la Academia de la Lengua Ecuatoriana. Foto: Diego Pallero/ EL COMERCIO.
El crítico literario y periodista Diego Araujo Sánchez acaba de ser incorporado el jueves 12 de febrero del 2015 a la Academia de la Lengua Ecuatoriana (AEL) como miembro correspondiente.
Con el discurso ‘Tijeretazos y plumadas, un Juan León Mera desconocido’, Araujo Sánchez inicia su etapa de académico y renueva sus votos de compromiso con la palabra, a la que cuida celosamente desde la literatura y el periodismo.
El académico de número Julio Pazos Barrera fue quien recibió esta semana a Araujo Sánchez en el seno de la AEL. Unos minutos antes de que la ceremonia empezase en la vieja casona del Centro Histórico, con la sencillez y calidez que lo caracteriza Araujo habla en esta entrevista de su querencia mayor: la palabra.
¿Si perdemos el don de la palabra, de qué nos perdemos?
Nos perdemos de la esencia de la vida social, de la cultura, de las relaciones entre la gente. Claro que actualmente hay una pérdida ostensible de la palabra. Por ejemplo, ya no hay la figura del gran conversador; las condiciones de vida hacen que esos sabrosos encuentros de una familia numerosa ya no sean posibles.
El diálogo fluía sabroso, igual la narración, las historias. Ahora hay una comunicación fragmentada; un cúmulo de información, una sobreabundancia. Pero no es lo mismo que el vis a vis. Hay que recordar que el origen etimológico de la palabra persona es ‘por el sonido’ per – sono.
Desarrolle un poco más esto.
Es la idea de que te reconocen, de que la individualidad es reconocida por el sonido, por la voz. Ese es el remoto origen de la palabra persona. Entonces, en resumen, yo diría que es un proceso de despersonalización cuando nos privamos de la palabra.
Al igual que lo hizo el español Alex Grijelmo, ¿usted estaría dispuesto a hacer una defensa apasionada del idioma español?
Sí. Teniendo en cuenta que el español en lo básico una unidad, pero cada comunidad tiene derecho a conservar su habla con sus particularidades. Y sí, en el sentido de que la lengua es algo vivo, hay que hacer una defensa apasionada de la lengua.
¿Cómo podemos hacerlo?
Me parece que es importante revivir la educación humanística. Hay un largo proceso de problematización de la lengua, me parece desde el Renacimiento. No es una coincidencia que la novela que inaugura la novela moderna en español, El Quijote, uno de los temas centrales sea el lenguaje.
En la primera parte, de alguna forma el Quijote quiere probar la verdad del lenguaje de los libros de caballería; él se ha topado con una realidad verbal y él quiere a través de su experiencia, de su acción, probar la verdad de esas lecturas. Él es el primer loco por la lectura.
En el comienzo mismo de la Modernidad se refleja la problematicidad de la lengua; ya no es la lengua del mundo medieval en la que hay una sola interpretación de la realidad, sino que ya es plurívoca y problemática.
Y me parece que esta ampliación de las posibilidades de acceso a la información de ahora hacen mucho más necesaria una teoría crítica; y la educación para una teoría crítica es la humanística, el rigor y el placer de la lectura literaria. Porque si los políticos leyeran más, yo tengo la confianza de que no romperían periódicos.
¿Podemos culpar a alguien o a alguien de lo mal que nos expresamos, oralmente y por escrito, en la actualidad?
Hay parte de responsabilidad en la educación. Es cierto que hemos progresado en cuanto a acceso a las escuelas, es importante y no es solo de los últimos años. Es un proceso que empezó a inicios del siglo XX y ha generado democratización.
Pero la calidad de la educación no ha mejorado sustancialmente. Esa es una deuda pendiente; se habla de reforma educativa, pero los logros son muy modestos y eso se refleja en nuestra limitada capacidad expresiva y lo mismo pasa con el dominio de las matemáticas.
¿Cuáles diría que son los pecados capitales contra el idioma que hemos cometido los periodistas?
A veces imprecisiones, ligerezas. Falta rigor periodístico en la utilización del lenguaje; y la prensa tiene una fuerza educativa muy grande. Sobre todo los medios audiovisuales influyen mucho y francamente se maltrata mucho la lengua.
¿Qué cree que le está haciendo la corrección política al lenguaje?
Cuando hay visiones totalitarias se tiende a unificar las cosas, entonces ahora resulta que el ‘pobretón’ es una discriminación cuando se lo aplica a un asambleísta.
¿También lo será ‘ricachón’ si se la aplica a un candidato presidencial? Yo me he quedado abismado, en el peor sentido, con ese informe técnico sobre la caricatura de Bonil. Hay perlas de una arrogancia en el sentido de que se quiere dar una aparataje científico al asunto; hay párrafos incomprensibles que se deben poner como ejemplo de lo que no debe ser el lenguaje.
Entonces yo creo que el peligro; esta instancia política nada pluralista, unificadora, es querer también marcar el lenguaje de lo correcto. Y quien se desvíe pueda ser reo de un nuevo tribunal de la Inquisición.
Cuando en la Inquisición llevaban a gente a la hoguera también había informes de teólogos que aludían a los silogismos y los vericuetos de las ciencias teológicas para llevar al reo a la hoguera.
Ese es el peligro de todo lenguaje totalitario. En la educación humanística a la que me refiero, uno de los puntales es el amor a la libertad; el amor a las palabras es amor a la libertad.
¿Cuáles son los horrores gramaticales que tendríamos que ‘agradecerle’ a la Revolución Ciudadana?
(risas) Habría que hacer un examen; pero hay ciertos tópicos unificadores, calificadores cuando por ejemplo se refiere a todos los periodistas como corruptos y mediocres. ¿Con qué derecho? La prensa ecuatoriana tiene una historia bastante digna a lo largo de los años.
Hay grandes figuras, desde el poeta Medardo Ángel Silva que fue periodista de El Telégrafo, hasta escritores de la talla de (César) Carrera Andrade. Y el periodismo ha defendido causas importantes para el país: derechos humanos, democracia, etcétera.
La historia no puede simplificarse en una caricatura hiriente, y esta sí discriminatoria, como lo es aquella que dice ‘periodistas mediocres y corruptos’.
¿Coincide conmigo en que alguien que no sabe leer y escribir de verdad, y no solo funcionalmente, es incapaz de razonar?
Así es. Una de las grades finalidades de la educación sería precisamente aprender a leer y a escribir en rigor. Porque leer y escribir es cosa seria, uno nunca termina de aprender y en este proceso uno tiene que ser muy modesto.
¿Cómo hacemos para lograr que la gente deje de decir ‘socializar’ cuando quiere decir que algo ha sido dado a conocer?
(risas) No creo que se pueda hacer nada. Además es un término engañoso, porque a veces lo que ellos llaman ‘socialización’ se reduce a presentar un proyecto de ley, escuchar opiniones y no hacer caso de ellas. Yo no tengo una fórmula; pero creo que son modas pasajeras y se irán al vaivén de cambios políticos.
¿Ya pasará?
Espero que sí.