La artista nacida en Baños habla sobre su carrera, que es su pasión, pero brinda especial importancia al trabajo social. Por eso canta también en las cárceles.
¿Cómo se siente cuando la vinculan con acciones solidarias?
Reconozco que lo soy y doy lo que puedo compartir que es mi tiempo. A veces me dicen oye ni te pagan, necesitas hacer cosas para ti, y digo pero esto es para mí también porque es un aprendizaje.
¿Eso enriquece el alma?Absolutamente. Te da una fortaleza, la mirada de las personas.
¿No se abusa a veces de eso?
Ya me dejé abusar, ya hubo una época. Ahora no. Solidaridad, es una palabra sagrada a observarla. No hay que manejarla nomás. Entonces yo sigo siendo solidaria.
En ese sendero de solidaridad ¿cómo emprender los cambios?
Creo que debemos ver por todos. No solo por los pobres porque los pobres siempre hemos existido. También hay clase media y hay gente que tiene por diversas razones de trabajo. Creo que en el país, para que todos podamos tener una vida mejor, un buen vivir, debemos empezar por nosotros.
¿Y cómo cambiamos al Ecuador?Si fuera presidenta diría que cambiemos al Ecuador cantando, pero siendo honrados y justos en lo que hacemos, haciendo el trabajo correcto. Hay conceptos errados, hay personas que dicen que este es un país ‘de porquería’. Pero Ecuador es un país maravilloso. Entender que los ecuatorianos tenemos una historia hermosa, unas costumbres lindas, diversidad de culturas y cada quien puede aportar desde la sencillez del trabajo que haga.
¿Cómo nace en la música?
Mi padre era un músico nato y en mis genes vino eso de seguir el camino. Yo me inicié con la música ecuatoriana.
¿Música con rebeldía?
Sí. Mi primera canción se llama Pajarito y se vuelve consciente porque habla de libertad.
Usted que ha trabajado con mujeres, ¿cómo surge esa tarea en las cárceles?
Tuve la fortuna de conocer al grupo de la Casa de la Cultura de Cotopaxi y son ellos quienes me proponen ir a la cárcel. La primera experiencia fue cuando canté en la cárcel de Latacunga. Mi primera canción fue Pajarito. Se acercaron dos señores, todavía ensangrentados, cuando terminé de cantar y me abrazaron. Yo percibí un profundo olor a sangre. Eran padre e hijo que habían matado a un taxista, lo supe después, pero cuando me abrazaron lloraron. Eso marcó mi vida.
¿Cuál ha sido el eco de su trabajo en las cárceles?
Cuando me encuentran en la calle me saludan y me dicen Sandra estoy bien, estoy libre.
¿Qué representa el valor de la libertad y la defensa de las libertades?
Son grandes maestros y maestras. Si alguien quiere entender la libertad, hay que ir a la cárcel a conversar con las personas privadas de libertad y de amor.
¿Ha tenido una militancia política?
Yo creo que soy humanista, creo que el arte es político. Para cantar no necesito un carné. Con algunos personajes no me identifico.
¿El compromiso va más allá de lo formal?
Un compromiso con mi gente, con mi pueblo. Yo soy maestra también y lo sagrado que es ser maestro. Formamos personas.
¿Qué transmite la música?
Quisiera que escuchen lo que digo y por eso es un compromiso grande subirse al escenario y cantar. El arte debe educar, formar, dar vida, formar lo que somos.
¿Es una llave?
Es una llave poderosa que te puede llevar hacia tu desarrollo como ser humano o también a denigrarte como tal.
¿Cuánto aporta el lugar donde uno nace a la música?
Aporta totalmente. Vengo de una familia unida. Nací en Baños, tuve la fortuna de hacerlo ahí.
¿Nunca fue intérprete?
Canto música ecuatoriana, pero nunca me presenté interpretando temas que no sean míos.
¿Qué representa para Sandra Bonilla la música nacional?
Todo. Es la raíz, es la constante en mis canciones.