Un baño de nostalgia, guitarreo metálico y contradicciones coparon el viernes el festival de Rock in Río, en Madrid, con tres grandes de la música alternativa de los noventa: Cypress Hill, Janes Addiction y Rage Against the Machine. Una parte del público rejuveneció en Arganda del Rey, ciudad vecina de Madrid, donde se hace el festival. Chicos que en los noventa tenían 15 ó 20 años, pelo largo y ropa rota, ahora tenían un poco de barriga y más de 30. Por eso la música de los raperos Cypress Hill les atrapó. Aunque recién lanzaron nuevo CD, ‘Rise Up’, el público quería oír clásicos y sentirse rebelde por una noche. B-Real y Sen Dog, sus líderes, salieron con un “¿Qué pinche pasa Madrid?”, reivindicando así su puesto como maestros del hip hop latino. “Yo a estos los escuché por primera vez en el 92”, se oía comentar entre las 25 000 personas que fueron al festival. El grupo encandiló con sus bases rítmicas oscuras, un tanto funkies, y letras provocadoras. Llegaron a fumar marihuana en el escenario, promoviendo la despenalización del consumo. El punto de inflexión lo marcó Janes Addiction, que salió con guitarreos psicodélicos, los contorneos de cadera de Perry Farrel y dos bailarinas semidesnudas que los acompañaban. La banda se despidió con un: “We love you”, que a más de uno le sonó hasta sensiblero. Y por si alguno todavía no se había quitado 10 años de encima al ver a los ídolos de adolescencia, vino Rage Against the Machine. Eran los cabeza de cartel y los auténticos líderes, que recordaron a sus protestas antiglobalización. La gente quería sentir su ira política y ellos salieron con una estrella roja de cinco puntas del Ejercito Zapatista de Liberación Nacional de México como fondo de escenario. El público quería sentirse diferente y los Rage le dieron exclusividad, no permitiendo a la TV transmitir su show como el resto del festival. El público quería éxitos y los tuvieron. Con sus mensajes anticapitalistas de Enemy, Guerrilla Radio o Like a Bomb, la masa de gente saltando y agitando los brazos se mostró satisfecha. Aunque hubo quien se disgustó por la presencia de una banda tan de izquierda, cuando acabó de tocar, el pedido de un bis no faltó. El grupo volvió con Killing in the name, un himno de los treintañeros, para cerrar.