Una cruda historia de crimen, culpa y castigo

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El crimen, la culpa y el castigo tejen la historia de ‘El encierro’. La cinta recrea hechos ocurridos en Indianápolis, EE.UU., en 1965. Dos niñas son dejadas por sus padres bajo el cuidado de una mujer enferma y madre de seis hijos. La mayor de las niñas, tras una serie de mentiras, es encerrada y maltratada por adolescentes del barrio y miembros de esa familia.

Dos instituciones circulan en torno a la historia: la iglesia y la justicia. A sus espaldas, sus feligreses y legislados desvirtúan enseñanzas y normas para aplicarlas en su beneficio.

El precepto de que a través de castigos se puede enderezar un alma perdida se trastoca, en el filme, por el abuso al más débil.

Así, las relaciones de poder devienen en actos criminales; donde el silencio cómplice adquiere igual grado de culpabilidad frente a la tortura y la vejación. Esas prácticas revelan las raíces de una sociedad occidental, que se jacta de su carácter civilizado; pero que desfoga sus represiones mediante actos atroces.

En esa lucha entre la crudeza, el morbo y la compasión, la cámara encuadra lo justo. Mientras que el ritmo de la narración transmite una sensación de pena, dolor e impotencia.

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