Cada nota musical que sale de las trompetas y saxofones se mete en los oídos de sus seguidores que como posesos recién liberados empiezan a moverse como un solo cuerpo. La Banda 24 de Mayo arrastra su propio ejército de fanáticos en sus shows.El tiempo para esta banda con esencia popular no ha transcurrido. Las fans continúan al acecho de Juan Punguil Castro, ahora de 85 años. El hombre menudo y de escaso cabello blanco sonríe mientras ingresa por detrás del escenario. Docenas de mujeres de diversas edades tratan de llamar su atención, desde el límite físico entre los artistas y el público. Allí, donde los separa una baranda roja de metal, la muchedumbre aprovecha cada minuto para lograr una foto con Punguil.Es el líder de la banda. Viste una camisa blanca y un pantalón rojo que cautiva los sentidos. Él, acostumbrado a estas lides, posa para las cámaras como hace 70 años cuando se inició en la música. A su lado suben apresurados una docena de gradas, los otros 17 integrantes de la Banda 24 de Mayo, originada en el cantón Patate, en Tungurahua. Esta vez, invitaron al grupo para el festival de comidas típicas ‘Doñitas de la Sazón de Pilsener’. El evento se realizó el domingo pasado en el Parque Infantil de Riobamba.La gente se emociona al verlos y los murmullos no paran. “Son ellos, es la mejor banda del país”, se escucha.Mientras el animador habla de su trayectoria, los músicos se preparan. Necesitan 15 minutos para afinar sus instrumentos o ‘calentarlos’, cómo ellos dicen. Exhiben cuatro trompetas, tres saxofones, tres trombones, un piano, un bajo, una batería electrónica y una de percusión. Todo esto en armonía con tres cantantes. De ellos, cinco son hijos de Punguil y dos, sus nietos. Los demás son pupilos de la familia y estudiantes de varios conservatorios de música del Ecuador.En el escenario, uno de los cantantes, también anima para que el público baile; siempre con micrófono en mano.Bladimir Punguil Chicaiza es el quinto hijo. Viste un pantalón blanco y una camisa estampada como un tigre. Este atuendo es común entre los músicos. Sopla su trompeta con suavidad. Según él, no suena igual si no la calienta. “Esto lo hacemos antes de cada presentación. Es como un ritual”. Antes de presentarse en Riobamba, la banda tocó en Palora, Latacunga y San Miguel de Los Bancos. El grupo se transporta en un bus verde, que dice -en sus costados- Patate. Una voz da la alerta. “Cinco minutos para empezar”. Inmediatamente se colocan en fila y uno a uno suben al escenario. Se les pregunta por el padre y responden: “es el más andariego. Pero estará aquí a tiempo”, acota Bladimir.Las trompetas y los tambores suenan. Los tres cantantes, vestidos con corbata roja, camisa blanca, chaleco y pantalón negro, encantan al público. Cantan ‘el swin de la trompeta’, mientras bailan de adelante hacia atrás. A esta agrupación han pertenecido decenas de músicos ecuatorianos. Según Bladimir Punguil, la mayoría se retiró para estudiar en el extranjero. “Todos quienes conformamos la banda somos músicos profesionales”. Los hijos de Juan Punguil estudiaron en el Conservatorio de Música Vicente Anda Aguirre de Riobamba. Se especializaron en el exterior. Hoy, coordinan su vocación musical con sus otros trabajos en instituciones públicas, como la Policía Nacional y las Fuerzas Armadas. El concierto continúa. Los ritmos de música tradicional invaden la cálida mañana de Riobamba. La fusión de la música nacional con modernos equipos electrónicos y digitales gusta más a los seguidores y por eso no dejan de aplaudir. Al final, todos se marchan satisfechos y con una buena dosis de licor.