Parece no importar mucho la historia cuando se trata de películas cuyos héroes se encuentran atrás del volante. Y la película ‘Need for Speed’ -basada en el videojuego del mismo nombre que apareció en 1994- lo tiene muy claro. La historia es solo la excusa que intenta conectar una hazaña de alta velocidad con otra, durante 130 minutos.
El pretexto es Tobey Marshall, interpretado por Aaron Paul, conocido por su personaje de Jesse Pinkman en la serie ‘Breaking Bad’.
Marshall es un joven que ingresa en las carreras ilegales de autos por su habilidad al volante -que no es muy bien vendida por el director Scott Waugh– y el deseo de mantener a flote el taller mecánico que heredó de su padre junto con una alta suma de deudas.
Los personajes se construyen pobremente, unos incluso terminan sobrando, como el de Ramón Rodríguez, que interpreta a Joe Peck, un integrante del equipo mecánico que está a merced de Marshall. Sus frases son cortas y no aportan en nada ni a la historia ni a las carreras.
El antagonista de Marshall no podía faltar y resulta ser Dominic Cooper, que encarna a Donnie Brewster. Un hombre que no asusta ni intimida pero visto como imponente y decidido a complicarle la vida a Marshall. Brewster será quien lo inculpe por la muerte del angelical y soñador Pete, miembro del equipo mecánico de Mashall. Tras pasar un tiempo en prisión por un delito que no cometió el protagonista busca venganza y sobre todo limpiar su nombre.
Se puede ver claramente que el director Waugh se enfocó únicamente en las escenas de acción. Puesto que durante el rodaje del filme se realizaron las escenas en su mayoría de forma práctica, reduciendo el uso de los efectos especiales.
Por ello, los amantes de los vuelos acrobáticos automovilísticos podrán satisfacer la obsesión contemplando autos clásicos -Ford Gran Torino, Chevy Camaro o la estrella del viaje, un Ford Mustang- todos potenciados a velocidades inimaginadas, realizando saltos de doble fila, colgando de helicópteros y huyendo de varias persecuciones policiales desde Nueva York hasta San Francisco.
En estas escenas fluye la adrenalina que invoca el ‘espectáculo de acrobacias’ en el que se convierte el filme.
Dos personajes que resaltan son el de Imogen Poots, quien interpreta a Julia Maddon, y el de Michael Keaton, como el Monarca. La primera mantiene el rol de las mujeres en estos filmes, sabe de autos pero no tanto como para manejarlos sin que la llamen ‘loca’, además de ser el vínculo amoroso de Marshall. Keaton, en cambio, está en un mundo aparte, solo con las consolas y un micrófono se convierte en el dios que reivindica o hunde a los pilotos.
En esta hazaña de adaptación desde videojuego a un guión cinematográfico han fracasado otras franquicias como ‘Street Fighter’ o ‘Doom’. ‘Need for Speed’, por su parte, hace un buen intento por mantener el realismo de las carreras que se ofrecen en la consola, pero carece de la fuerza de un héroe de acción de la talla de Vin Diesel o del fallecido Paul Walker, quizás por la poca dirección actoral que se siente en los personajes: Aarón Paul no logra convencer del todo.
Dentro del clandestino mundo de los corredores de autos, todos parecen tener vidas banales en el filme. ‘Rápido y furioso’ seguirá siendo una barra para medir los filmes de máxima velocidad y esta película no logrará desbancarla, aunque deje rastros de grandes proezas prácticas.
Quizás el nombre reconocido de Aaron le dé los votos necesarios para mantenerse a flote, porque la historia no se sostiene como para una secuela, que suele ser la meta de estas franquicias.
El videojuego del que nace
El título hace su primera aparición en el cine después de ocho versiones para las plataformas de videojuegos. Los autos de lujo y velocidad pueden ser personalizados para la competencia.