La propuesta se conformó en Quito con músicos de diferentes nacionalidades. Foto: María Isabel Valarezo/ EL COMERCIO
El encuentro con el cuarteto fue en el Pobre Diablo, un lugar que esa noche albergaría una propuesta que si bien tiene cabeza jazzística, su corazón late al ritmo de Los Andes. El Ensamble de Jazz Andino cumple con lo que promete su nombre.
El sincretismo de instrumentos es lo que más llama la atención. Por un lado están la guitarra eléctrica de Gabriel Jofré y el contrabajo de Ismael Villarroel. La orquestación la completan la hibridación entre una batería, bombos andinos y chajchas (especie de sonajas), a cargo de Danny Millán y los vientos (saxo, quena y zampoña) de Tomás Corvalán.
Su propuesta es un encuentro no solo instrumental, sino de nacionalidades. Jofré y Corvalán, los chilenos, hablan de cuecas y huaynos, mientras Millán, el colombiano, menciona el
declive de la cumbia. Villarroel es el único del ensamble que proviene de las tierras donde se originaron los sanjuanitos.
“Desde el punto de vista etno-histórico, hay estilos que se asemejan por la métrica y que se encuentran. Uno que acá se llama la chilena, en Chile se llama cueca, que también es muy parecido al aire típico o al albazo. Eso pasa en el campo criollo”, explica Jofré. El músico asegura que en lo andino hay una unión en todos Los Andes. Si bien (los ritmos) no son lo mismo, las variaciones de pueblo a pueblo son pequeñas; eso es lo que les hace diferentes.
Los cuatro son músicos entrenados en el jazz. Sin embargo, Millán asegura que lo andino está más cerca de ellos que los acordes que aprendieron en su formación académica. De hecho, Jofré se empapó de música folclórica con cultores.
Situación similar a la de Corvalán, que soplaba zampoña por los pueblos de Chile antes de estudiar melodías de Coltrane.
Sin embargo, estos músicos también han encontrado hilos que se conectan entre Manhattan y las comunidades en los páramos andinos. Afirman que el jazz tiene su origen en el blues de escalas pentatónicas, las mismas que también se aplicarían en varios tipos de músicas tradicionales que incluyen a las del mundo andino.
En este ejercicio de descubrimiento surgen ideas como improvisar sobre transcripciones de melodías tradicionales o construir instrumentos tradicionales que pueden ‘jazzear’. “Está claro que instrumentos como la quena pueden ser cromáticos. Esa zampoña la hice yo y también es cromática. No mucha gente les ha sacado ese potencial”, sentencia Corvalán.