Enrique Males y Nicola Cruz prenden el alma y la fiesta

Presentación del músico ecuatoriano Nicola Cruz en Quito el pasado 5 de marzo del 2016.

Presentación del músico ecuatoriano Nicola Cruz en Quito el pasado 5 de marzo del 2016.

El músico kichwa imbabureño Enrique Males en un concierto en Quito el pasado sábado 5 de marzo del 2016. Foto: Paul Rivas/El Comercio

Primero es el alma. Hieráticos, Enrique Males y su esposa Patricia Gutiérrez entran al espacio dispuesto como escenario en La Ideal a las 20:10 del sábado 5 de marzo del 2016. El público que aún no ha llenado el galpón para esa hora, pero que suma al menos 100 personas, los ve en silencio, casi con reverencia.

Dentro de un círculo de flores, en el piso, Gutiérrez interpreta con su cuerpo la música que Males toca desde la tarima, sentado en posición de flor de loto, justo delante de las consolas que Nicola Cruz maniobrará más tarde. Su danza es enérgica, a ratos como adolorida; su cuerpo se estira y encoge como si se tratase de un largo quejido, un reclamo. Expresión cercana a la danza contemporánea, pero con sus propios códigos estéticos; comunicar la idea del cuerpo indígena requiere de otras formas y movimientos.

A veces en la tarima, a veces en el piso, Males toca ocarinas de cerámica de las culturas Valdivia y Chorrera; un chillón boliviano (pariente cercano del charango); una caracola gigante, cuyo nombre correcto es quipa; un moceño, que parece una flauta traversa, pero de bambú y sin tantos orificios; cuencos tibetanos de varios tamaños; una larguísima bocina; y una guitarra, herencia mediterránea.

Y, a veces, también canta en kichwa y habla en español para decir cosas como estas, delante de las decenas de hombres (y mujeres) blancos que siguen llegando a medida que avanzaba el espectáculo: “El hombre blanco no sabe de qué se trata el valor de la tierra. La tierra no pertenece al hombre sino que el hombre pertenece a la tierra... Ni siquiera el hombre blanco escapa a ese destino común aunque hable con su dios como si fuera su amigo; después de todo quizás seamos hermanos”.

El público ni pestañea, parece una misa para jóvenes hombres blancos, hijos de hombres blancos, oficiada con mucha autoridad por un chamán indígena. Escena peculiar, que augura que La Ideal se convertirá en escenario de encuentros interesantes.
A los varios aplausos que reciben Males y Gutiérrez, tras 45 minutos de presentación y una pausa de otros 40 minutos, sigue el concierto de Nicola Cruz, que prende el alma y también la fiesta para la gente que en ese momento ya copa totalmente el lugar.

Presentación del músico ecuatoriano Nicola Cruz en Quito el pasado 5 de marzo del 2016. Foto: Paúl Rivas/EL COMERCIO

Discreto, concentrado en el sonido que crea desde las consolas y acompañado por distintos músicos y cantantes en diferentes canciones, durante más de una hora Cruz pone a bailar a aproximadamente 200 almas.

En cuatro pantallas delgadas, se proyectan imágenes de montañas, fuego, cascadas… mientras suenan los temas de su última producción musical, ‘Prender el alma’, con la que estará presente esta semana en el Estereo Pícnic, en Bogotá.

De principio a fin, Cruz parece en trance; la gente que baila, también. Y aunque la música es electrónica y el galpón tiene un aire industrial-chic, hay una vibra telúrica en el galpón. Todo hace pensar que se trata de un buen augurio.

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