Daniel Pandi se encarga de guiar a los turistas e indicar desde el mirador los diferentes sectores de Pucará. Foto: Glenda Giacometti / EL COMERCIO
Un grupo de indígenas de la comunidad Pucará Grande impulsa el sendero Paraíso Andino, ubicado en el kilómetro 24 de la vía Ambato-Guaranda. Los comuneros ofertan comida típica, hospedaje, paseos a caballo, descenso en bicicletas y guías nativos.
También hay recorridos por el pueblo y la iglesia central, que está construida en piedra tallada y declarada como Patrimonio Nacional. Otra de las actividades para el visitante es convivir con las familias indígenas para que conozcan las tradiciones y costumbres.
Los emprendedores buscan así que el turista aprenda sobre las artesanías, música y celebraciones ancestrales, como el Pawkar Raymi, Inti Raymi entre otros festejos.
La travesía se inicia desde el centro de la parroquia Pilahuín, a 3 500 metros sobre el nivel del mar. Allí se pueden degustar las tradicionales fritadas, que se preparan al filo de la carretera de dos carriles o los platos típicos en los paraderos Lindo Pilahuín o Chaupi Uchu (interludio de una celebración o intermedio de ají).
En estos emprendimientos, los indígenas preparan en hornos -de leña y gas- borrego asado, cuy y conejo al carbón. Además, truchas y tilapias asadas, al vapor o ahumadas. Los productos son adquiridos a los vecinos que los cosechan y crían en sus chacras.
Daniel Maliza, propietaria de Chaupi Uchu, explica que los paraderos ofertan en su menú más de 10 platos y bebidas como la chicha de maíz, truchas, caldo de gallina…
El emprendedor se alió con sus dos hermanos para iniciar esta actividad turística, con el apoyo de un préstamo entregado por una institución financiera administrada por indígenas. “Nos hemos unido para que el turismo sea una actividad económica sustentable”.
Al continuar la travesía por la vía Ambato-Guaranda, se observa a los indígenas en sus labores cotidianas del campo o ganaderas. Los extensos sembríos de cebolla blanca, zanahoria, papas y otros rodean las pequeñas chozas, que tienen como fondo los imponentes paisajes andinos y entre ellos los nevados Chimborazo y Carihuairazo.
“Se conversó con los cabildos para que nos apoyen con esta iniciativa y puedan hospedar a los turistas”.
Mientras se recorre la vía hacia la provincia de Bolívar, un letrero de madera indica el ingreso al sendero Paraíso Andino, en el kilómetro 24. Allí hay un mapa que muestra el camino que deben seguir hasta llegar a las lagunas, el mirador y los bosques de polylepis.
En el ascenso a la montaña aparecen los canales de riego por donde se traslada el agua que brota y se recolecta de los macizos. El líquido vital es utilizado para el consumo humano y el regadío.
El visitante encontrará plantas nativas como la chuquiragua, pajonales y otras plantas nativas. “Al turista se le explican las diferentes plantas de la zona y sus usos”, indica Maliza.
El segundo atractivo son las lagunas denominadas Chakishacocha, Parkacocha, Bayococha, Patococha, Tarugacocha, Pucacocha y Verdecocha.
En esta zona sobresalen las vicuñas, venados, lobos y otras especies de aves, mamíferos y plantas nativas.
Daniel Pandi es uno de los guías con que cuenta la comunidad para llevar a los turistas.
El indígena, de 56 años, indica que desde niño salió a jugar con los vecinos en el bosque. “Estos atractivos motivaron para elaborar un plan para conservar el páramo y organizar caminatas con turistas”.
Los jóvenes aprendieron, en el 2008, cómo tratar al turista, elaborar proyectos de desarrollo y socorrismo y a preparar comida típica.
Luego de abrir los senderos, los líderes buscaron financiamiento en entidades públicas y en fundaciones, para instalar centros de información y una tienda de artesanías. “Los chicos se desanimaron al no obtener la ayuda y fue abandonado hasta que otro grupo lo está rescatando”, cuenta Pandi.
Luego de recuperar energías, el aventurero puede continuar el trayecto hasta las faldas del Carihuairazo. El ascenso puede tomar entre seis y ocho horas.