Las elecciones autonómicas y su impacto en España

Mariano Rajoy junto al presidente de Galicia, Alberto Núñez (c).

Mariano Rajoy junto al presidente de Galicia, Alberto Núñez (c).

Mariano Rajoy junto al presidente de Galicia, Alberto Núñez (c).

El 25 de septiembre se llevaron a cabo elecciones en dos comunidades autónomas de España: Galicia y el País Vasco. Los resultados de dichas contiendas en un sistema “cuasi federal” como es el que caracteriza al país tiene un alto impacto en este momento en el futuro político, tanto autonómico como nacional. Vale la pena por lo tanto repasar algunos detalles de las votaciones y los movimientos políticos provocados por ellas en un país que carece desde diciembre de 2015 de un gobierno surgido de los acuerdos propios de un sistema parlamentario, donde la mayoría del Congreso tiene la atribución de designar al Jefe de Gobierno. Manuel Rajoy se halla en funciones prorrogadas desde esa fecha.

El caso de Galicia

En Galicia, el Partido Popular (PP) obtiene 41 escaños de 75 posibles y mantiene la mayoría absoluta que le permitirá gobernar sin recurrir a pactos con otras fuerzas políticas. El Partido Socialista de Galicia (PSdG) pierde 4 escaños con respecto a 2012 y permite que el nuevo grupo, En Marea, que agrupa fuerzas autodenominadas de “izquierda rupturista” tales como Podemos e Izquierda Unida, lo iguale en número de escaños. Finalmente, el Bloque Nacionalista Galego de tendencia nacionalista como su nombre lo indica, obtiene seis escaños y Ciudadanos, el joven y hasta ahora “exitoso” partido de centro-derecha, no consigue ninguno.

El PP mantiene su fortaleza electoral en esta Comunidad y el líder de la agrupación y Presidente de la “Xunta” de Galicia, Alberto Núñez Feijóo, empieza a sonar como potencial candidato a suceder a Mariano Rajoy al frente del PP.

En cuanto al PSdG, sufre el peor descalabro desde el retorno a la democracia producto de divisiones internas que han decepcionado a su electorado. En Marea se convierte en la segunda fuerza política de la Comunidad y confirma el crecimiento progresivo de las fuerzas de izquierda en torno a Podemos en diversas Comunidades Autónomas. El Bloque Nacionalista Galego confirma su votación histórica y Ciudadanos sufre una derrota que cuestiona su capacidad de ser una alternativa política frente a los partidos tradicionales.

El caso del País Vasco

El País Vasco o Euskadi conoce un patrón electoral histórico diferente del resto de España. La existencia durante muchos años del Grupo ETA, calificado por las autoridades españolas como terrorista debido a sus acciones armadas reivindicando la independencia de la región, marcó la evolución de la política a nivel local e inclusive, en varias ocasiones, a nivel nacional.

Allí las fuerzas nacionalistas, el Partido Nacionalista Vasco (PNV) e independentistas, Euskal Herreria-Bildu mantienen el control del Parlamento autónomo desde 2012. Iñigu Urkullu repetirá como lehendakari (Presidente de Gobierno) gracias a la fortaleza del nacionalismo vasco. En las elecciones últimas el PNV obtiene 29 escaños (2 más que en 2012), EH-Bildu obtiene 17 escaños (3 menos que en 2012), Elkarrekin-Podemos surge con fuerza como una nueva fuerza en el escenario con 11 escaños; y el Partido Popular (PP) y el Partido Socialista de Euskadi (PSE-EE) obtienen nueve escaños cada uno. Ciudadanos no obtuvo ningún escaño.

Estos resultados muestran que las fuerzas nacionalistas mantienen el equilibrio logrado en la votación de la legislatura anterior. La “izquierda rupturista” también aparece con fuerza en el País Vasco. El PSE-EE sufre una caída alta en las preferencias de los electores si comparamos sus resultados promedio desde el 2005 en adelante, mientras que el PP pierde algunos escaños, pero cuenta con una votación más leal que el partido anterior.

La pérdida de votos en ambas comunidades para los socialistas es aún más dura si se tiene en cuenta que alguna vez gobernaron en ambas.

El impacto nacional

Estos resultados no tendrían tanta repercusión a nivel nacional si no fuera por la extraña situación que vive España desde diciembre del 2015. Hasta la fecha no se ha logrado conformar un gobierno de mayoría en Madrid y el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, está en funciones prorrogadas. Se han llevado a cabo dos elecciones generales (20 de diciembre de 2015 y 26 de junio de 2016) y en ninguna de las dos un partido ha obtenido la mayoría necesaria para gobernar sin recurrir a pactos con otras fuerzas políticas. A su vez, todas las negociaciones han fracasado por las diferencias y condicionamientos que plantean los distintos actores.

En todo caso, las elecciones del 26 de junio pasado favorecieron al PP al ganar 14 escaños más respecto al 20 de diciembre y perjudicaron al PSOE y a Ciudadanos, que perdieron diputados (5 y 12 respectivamente). Podemos ganó dos escaños entre una y otra elección.

Al cruzar los resultados de las elecciones generales y autonómicas queda claro que hay ganadores y perdedores que deben definir sus estrategias a futuro. Los ganadores sin duda alguna son el PP y Podemos. El primero porque mantiene sus bastiones y logra revertir su declinación electoral. El segundo porque a través de alianzas locales ha logrado incrementar de manera impresionante su caudal electoral en pocos años y, por qué no decirlo, en pocos meses. Tanto se sienten triunfadores que inclusive han decidido romper alianzas autonómicas con el PSOE como una forma de presionarlo para que pacte a nivel nacional.

Los grandes perdedores son el PSOE y Ciudadanos. El primero porque ha sido el partido bisagra que ha intentado construir alianzas tanto hacia la izquierda como hacia la derecha y sus electores le han cobrado su “indecisión”. En este punto el líder del partido, Pedro Sánchez, está siendo duramente cuestionado por muchos dirigentes y militantes que lo responsabilizan de la debacle electoral. El partido está en plena crisis y a punto de explotar.

El otro gran perdedor es Ciudadanos, que pretendía ser el nuevo partido de centro-derecha, liberal y progresista y que tuvo un excelente inicio como organización política pero que a partir de junio ha registrado muy malos resultados. Su líder, Albert Rivera, tendrá que replantearse también una nueva estrategia para hacer frente a estos.

La situación actual refleja el fin del bipartidismo que caracterizó a la etapa que se inició después de la muerte de Franco. La estabilidad del sistema que se veía reflejada en la alternancia del PP y del PSOE ya no existe. Se fue para no volver y se refleja claramente en la imposibilidad de generar mayorías en el Congreso para formar Gobierno. Queda muy poco tiempo para intentar formar uno antes de que sea necesario convocar a elecciones generales.

Si las negociaciones fracasan en este punto y se convoca a nuevas elecciones, es muy probable que el escenario de ganadores y perdedores arriba descrito se consolide aún más. Mientras tanto, los temas de la vida cotidiana de los ciudadanos y los temas cruciales como la posible separación de Cataluña de España quedarán relegados a un segundo plano. No podrán quejarse entonces los políticos acerca del rechazo que los ciudadanos expresen hacia sus candidaturas. El desgaste ha sido y es muy alto en este momento, cuestionando inclusive al modelo democrático vigente.
 
* Máster en Ciencia Política de la Universidad de Salamanca. Profesor de la Universidad de Cuenca.

Suplementos digitales