Eduardo Sacheri está en estos meses en plena gira del Premio Alfaguara de Novela, uno de los galardones más importantes del mundo de las letras para los hispanohablantes. Foto: Vicente Costales/EL COMERCIO
Su nombre, a secas, seguro les suena a muy pocos. Pero todo cambia si uno dice: Eduardo Sacheri, el autor de los cuentos de fútbol o de la novela en la que se basó la película argentina ‘El secreto de sus ojos’, que ganó el Oscar en el 2009.
Sí, de esa película que cuenta una historia de amor, pero sobre todo de un ajuste de cuentas. Así como lo hace su novela ‘La noche de la usina’ (ganadora del Premio Alfaguara 2016): una historia sobre el corralito bancario argentino, en la que, nuevamente, el ajuste de cuentas mueve a los personajes.
Pocas horas antes de abordar un avión que lo llevará de regreso a Castelar, a 40 kilómetros de Buenos Aires, Eduardo toma un café en Quito (a donde ha venido a promocionar ‘La noche de la usina’), y mientras lo hace, con elocuencia, hilvana una teoría sobre el ajuste de cuentas, un tema que al que solo se ha acercado desde la ficción.
Cuando se habla del ajuste de cuentas, es común remitirse a la violencia o a algo malo; ¿es solo así?
Como primer pensamiento me remite a la violencia y a una violencia extrema, a una violencia de vida y muerte. Cuando uno lee en el diario: “ajuste de cuentas”, piensa en un homicidio automáticamente, ¿no? Y luego uno puede moderar ese juicio general y pensar que hay otros ajustes de cuentas talvez menos extremos.
¿El ajuste de cuentas nos habla de un mundo que no cree ni en la justicia divina ni en la justicia humana?
Creo que sí. Porque no incluye ni la serenidad de pensar en un castigo posterior a la muerte, un infierno; ni en la instancia de la justicia humana como moderadora de los conflictos.
¿Los sistemas legales son formas consensuadas de ajustar cuentas?
Creo que son una forma más civilizada.
¿Ajuste de cuentas y venganza son lo mismo?
Yo creo que la venganza es una forma del ajuste de cuentas. Podemos abrir un abanico en que el ajuste de cuentas puede ser no solo la violencia desenfrenada; yo tiendo a identificar la venganza sobre todo con esa versión desenfrenada del ejercicio de la violencia. Me cuesta entender una venganza moderada.
Pero hay pequeñas venganzas.
Yo tiendo a distinguir la venganza de la revancha.
¿Cuál sería la diferencia?
Me parece que la venganza está centrada en el dolor, en infligir un dolor a quien nos ha herido. A mayor dolor causado, más perfecta es la venganza. Mientras que la revancha está centrada en una reparación de tu propia dignidad. Ahora, uno puede optar por centrar sus acciones en recuperarse o puede centrar sus acciones en arrastrar al ofensor a nuestro mismo infierno. Lo que importa es reparar lo que ha sido dañado en mi vida.
En lugar de dañar al otro.
Creo que esa es una actitud más sana para uno. Me parece que si eres una persona medianamente buena, el ejercicio de la venganza te hace daño. Porque la gente buena no disfruta infligiendo dolor. Yo creo que debe ser muy efímera la satisfacción que te produce la venganza, porque estás metido hasta el fondo igual.
En cambio la revancha te permite salir.
La revancha te permite salir, porque aparte te permite prescindir del otro. En la venganza el otro sigue en el centro de tu interés. Salgamos del ejercicio de la violencia: supongamos que se trata de un amor, y vos sentís que te han traicionado…
Y le pones los cachos.
Si le estás poniendo los cuernos significa que sigue en el centro; no es que estás buscando otra relación u otro amor. Ahora, si vos lo sacas del centro y luego te encontrás con otra persona, y te das cuenta de cuánto mejor estás ahora con esa otra persona, esa sí es una forma de revancha.
¿Es decir que se puede ajustar cuentas como revancha, sin venganza?
Creo que sí y creo que es lo más sano, dentro de todo.
¿Con quién o con quiénes, como individuos o sociedades, deberíamos ajustar cuentas más seguido y no lo hacemos?
A lo mejor en los dos sentidos, tanto el social como el individual, aquí se me impone el profesor de historia, pero me parece que no hacemos buenos ejercicios de memoria. Tendemos a clausurar nuestro pasado sin preguntarnos demasiado o contentándonos con una respuesta muy rápida. Es un equilibrio delicado, cuidado… creo que en un excesivo ajuste de cuentas uno nunca mira hacia el futuro.
Y creo que es más sano mantener abiertas las preguntas sobre el pasado. En el sentido de considerar provisorio lo que pensamos sobre nuestros vínculos, sobre la gente que pobló nuestro pasado personal o de los gobiernos que controlaron nuestro pasado colectivo. Ponte, en Argentina a mí me asombra lo rápido que olvidamos nuestros pasados recientes o lo rápido que construimos una versión canónica de esos pasados recientes. Yo creo que es más sano airearlo, ajustar cuentas aunque sean ajustes provisorios.
Aunque esos ajustes no impliquen necesariamente actuar respecto de algo, pero por lo menos darse cuenta, y tener el debe y el haber claros, ¿no?
Darte cuenta. Y también confiar en que uno puede ser prudente en esos ajustes, pero saber lo que pasó.
¿Y no te parece que evitamos ajustar cuentas con nosotros mismos, que casi siempre echamos la culpa de las cosas a los otros?
Sí, sí, sí… El riesgo del ajuste de cuentas me parece que es tener una actitud muy autoexculpatoria. O sea, uno tiene muy fácil la autoamnistía, y esto de ponernos como víctimas. Sí, creo que buena parte del ajuste de cuentas es decir: “¿cómo lo permití?”; “¿cuánto lo evité?”; “¿qué hice para que esto no sucediera?”… en lo privado y en lo público. En mi país, en general, para nuestros grandes problemas históricos de las últimas décadas, consolidamos muy rápido una mirada de víctimas inocentes, de: “nosotros no tuvimos nada que ver”.
¿Y qué tienen que ver el coraje, los arrestos, en el ajuste de cuentas?
Tienen un lugar. De hecho, a veces cuando me preguntan por mis personajes que ajustan cuentas, yo no sé qué haría en esas situaciones. No sé si me atrevería a ciertas acciones.
¿Te haces preguntas literarias alrededor del ajuste de cuentas porque en la vida real no has tenido que ajustar una cuenta verdaderamente importante?
Suponte, cuando me pasó a mí lo del corralito yo me resigné a que mi dinero se perdiera allá adentro; o se disminuyera, porque una parte la devolvieron.
No fuiste a romper nada ni a pegar a nadie.
No, ni siquiera fui a eso. Yo me quedé en mi casa, porque lo consideraba inútil o porque no tenía la valentía o porque no sentía que eso era un ejercicio útil de la valentía talvez.
¿Cuál es el límite que le pones en tu vida al ajuste de cuentas?
Mirá, nunca estuve en una situación límite. Y una cosa es lo que uno piensa desde la quietud de una vida más o menos tranquila…
Hay padres que dicen: “si le hacen algo a mi hijo(a), yo mato”, pero en realidad no se sabe qué harían ya puestos ante la situación.
Claro, no sé. Lo que te puedo decir, a priori, es que la vida humana es el límite. Para mí, no se puede tomar otra vida. No la puede tomar ni un Estado con la pena de muerte; ni un revolucionario; ni mucho menos un amante despechado… te hablo de las que se toman como más legítimas, y hay países que las toleran. Yo no lo concibo, para mí ese es el límite.
En la cancha de fútbol, ¿cuál es el único ajuste de cuentas que sirve?
Ganar.
En el sentido de revancha, entonces.
En el estricto sentido de la revancha; en el juego es donde más válida es la pura revancha y donde menos entiendo el concepto de venganza.
Entonces, ¿en la cancha solo sirve ganar para ajustar cuentas?
Sí, eso es lo puro que tiene.
¿Y en la vida?
Tengo una mirada bastante trágica del asunto, pero creo que hay fugaces victorias y lo importante es imaginar un futuro donde hay una victoria fugaz pero posible. Lo peor que nos puede pasar esdetenernos.