Cuando se trata de proteger el patrimonio familiar, especialmente la vivienda, blindarla contra los robos debería ser una práctica de rigor. No obstante, apenas el 30% de los ciudadanos toma alguna medida para proteger su inmueble de la acción de los ladrones.
Las casas vacías o sin vigilancia son las preferidas por los delincuentes para cometer sus delitos.
Por esa razón, simular que la casa está ocupada debe ser la primera práctica antes de viajar (ahora que está cerca la Semana Santa) o hasta salir de visita a los padres, a la suegra o a los hijos.
Desde el exterior, el inmueble nunca debe parecer deshabitado.
Por eso, conviene mantener las persianas subidas, dejar prendas de ropa tendidas y, si está en condiciones de hacerlo, instalar un dispositivo electrónico que permita programar varios temporizadores para que las luces, la televisión o la radio se enciendan y se apaguen de manera periódica.
Estos aparatos, al contrario de lo que la mayoría piensa, no cuestan un ojo de la cara. Es más, existen equipos de ingenieros nacionales que han inventado sus propios software y hardware de este tipo, cuyos costos puede solventar la mayoría de los ciudadanos.
Y si no le alcanza, pues busque otras estrategias efectivas.
¿Una de ellas? Sea cauto sobre la fecha de la ausencia y su duración. Solo sus más allegados deben conocer estos datos, por cualquier eventualidad.
¿Otra? Pues deje una llave a una persona de confianza para que pase por su domicilio de vez en cuando, mueva las cortinas, prenda las luces y el equipo y recoja la correspondencia (los estados de cuentas desperdigados son sinónimo de ausencia).