Ecoparques, la naturaleza sin salir de la urbe quiteña

De los troncos de los árboles caídos se hacen bancas.

De los troncos de los árboles caídos se hacen bancas.

Hasta el parque de La Armenia, en el valle de Los Chillos, y a Las Cuadras, en el sur de la urbe, llegan los troncos de los árboles caídos de Quito. Ahí se les da una nueva vida útil. Se transforman en bancas, mesas, sillas, jardineras, puentes, juegos infantiles y hasta esculturas.

Para el ingeniero ambiental Luis Trujillo, quien además vive cerca de uno de los ‘pulmones de la ciudad’, la finalidad de un ecoparque es proteger el ecosistema en el que se desarrolla, servir como recreación y permitir que la población conozca la naturaleza de ese lugar.

Esto se cumple en las 48,41 hectáreas del parque La Armenia. Ahí, el 65% del sitio está constituido por bosque virgen, mientras que en el restante 35% hay ciclovías, zonas de recreación infantil, viveros, senderos para realizar caminatas y observar aves.

Además de los espacios verdes y recreativos con los que cuentan cada uno de estos lugares, el reciclaje es uno de los pilares que les otorga el nombre de ‘ecológicos’.

Por ello, no sorprende ver que las llantas de grandes automotores sirven como una pista de obstáculos disponible para los visitantes. Ese es el caso del parque Las Cuadras, en el sur.

Andrea Quinteros corre a diario por las 2 hectáreas de ese lugar. Ella es estudiante de Botánica de la Universidad Central y aprovecha sus visitas para fotografiar y estudiar algunas especies de flora.

Esto porque en Las Cuadras hay un vivero que cuenta con 450 000 árboles y plantas ornamentales que se siembran en los espacios urbanos.

En Quito hay cuatro viveros habilitados y un banco de semillas con 6 000 000 de semillas, 70% de ellas son nativas y el 30% exóticas.

Para quienes quieren disfrutar de la naturaleza sin salir de la urbe, el parque Chilibulo, en Chillogallo, por su ubicación, se constituye en el mejor mirador del sur de Quito.

Esta área verde se compone de senderos ecológicos, cascadas, vegetación y un paisaje natural que conecta con la parroquia rural de Lloa, senderos que conducen a Cruz Loma y al Atacazo.

El último jueves, un grupo de estudiantes de la Escuela Isabel La Católica visitó el sitio. Luisa Ruiz, profesora, indicó que estos lugares también sirven para actividades educativas, en especial para temas de reciclaje y cuidado ambiental.

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