Andrea Tohme se quita los zapatos, entra a una habitación alfombrada y se recuesta en una cama. La terapeuta Ibeth Cevallos le pide que cierre los ojos.
Sobre una mesa de madera está un péndulo de jade, el cual es sostenido sobre los pies de Tohme. Así se inicia una sesión de cristaloterapia, una técnica que armoniza el flujo energético. Se logra mediante la colocación de cristales naturales en los siete chakras del cuerpo (puntos de energía).
Cevallos toma el péndulo con su mano derecha y lo mueve desde los pies hasta la cabeza de su paciente. Este procedimiento ayuda a valorar cada chakra y provee información al terapeuta. Si el péndulo gira en dirección de las manecillas del reloj significa que ese órgano está sano, pero si gira en sentido contrario quiere decir que hay un desequilibrio.
La evaluación del paciente no solo se puede hacer con el péndulo, sino también con la imposición de las manos; porque estas actúan como sensores de energía. Así lo explica Miriam Toro, terapeuta de la Asociación Holística del Ecuador.
Esta especialista indica que el diagnóstico del paciente se complementa con una entrevista inicial en la que se le pregunta a la persona las molestias y dolencias que tiene.
Para Ibeth esa información es clave, pues de eso depende el tratamiento. Ella deja el péndulo sobre la mesa que está junto a la paciente y toma unos cristales de colores. Los coloca sobre Andrea y explica su técnica. El rojo está en la zona del aparato reproductor, muy cerca del anaranjado. El verde en el corazón, el azul en la garganta, el celeste en la frente y en la coronilla el violeta. La colocación de los cristales depende del color que representa cada chakra.
Mientras Andrea permanece acostada y relajada, Ibeth explica que es el momento de pasar de un tratamiento localizado a uno más generalizado. Para ello toma dos cristales de cuarzo y los pone en contacto con los pies de Andrea. Aquí entra en juego la intuición del terapeuta, quien visualiza en su interior la sanación y el equilibrio de su paciente, explica Cevallos. El mismo procedimiento se lo repite en las manos y en los oídos.
La cristaloterapia sigue una rutina, sin embargo cada escuela maneja sus técnicas. En la Asociación Holística del Ecuador, por ejemplo, el ambiente es distinto. La habitación está completamente oscura. En el centro del cuarto se ubica una camilla donde se encuentra acostada Thalía Cabrera.
Ella es iluminada por siete focos que emanan luces de color rojo, naranja, amarillo, verde, celeste, azul oscuro y violeta. Cada uno de estos colores representan a los siete chakras.
Los especialistas coinciden en que los cristales están calibrados naturalmente. Al ser colocados sobre los chakras, estos recobran su flujo energético. Todos los elementos que se involucran en esta terapia tienen un sentido. La luz, por ejemplo, potencia el poder de los cristales. El paciente tiene que utilizar únicamente una manta blanca para que atraviese mejor el color de la luz, según el especialista Juan Diego Maldonado. Al final de la terapia se hace una meditación de 20 minutos, que le sirve a Tohme para relajarse.
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