Andy y Kelly retratan el mundo silvestre

En la foto, Kelly Sweet graba una escena de búfalos en África para uno de sus documentales.

En la foto, Kelly Sweet graba una escena de búfalos en África para uno de sus documentales.

En la foto, Kelly Sweet graba una escena de búfalos en África para uno de sus documentales. Foto: Cortesía

Durante una filmación de delfines, en el Pacífico, Andy Mitchell perdió la punta del meñique de su mano izquierda cuando regresaba al bote. Esta es una de las cicatrices que le ha dejado su exploración por los cuatro océanos y de la cual nunca se arrepentirá.

“Yo amo mi trabajo. Siempre hay una gran historia después de cada producción. Tener la oportunidad de viajar por el mundo y ser testigo de escenarios únicos es simplemente increíble”, cuenta Mitchell, quien tiene 21 años de experiencia como documentalista de naturaleza.

Su trabajo es gratificante, pero no es fácil. Los documentalistas afrontan condiciones adversas y deben ingeniárselas para mostrarle al mundo escenas únicas en lo más profundo del mundo animal.

Antes de salir a trabajar, Mitchell revisa una lista de seis páginas donde se enumeran los artículos que debe llevar al campo. Entre todos ellos, no puede olvidarse de los siete tipos de antibióticos que eventualmente puedan curarle de una infección.

Su expupila y ahora jefa, Kelly Sweet, cuenta que una diarrea o gripe suelen ser gajes del oficio. Los accidentes más graves son poco comunes. Lo más frecuente son las picaduras de mosquitos o rasguños.

Estos apasionados investigadores cultivan la paciencia y esperan el momento justo y al animal indicado que quedará plasmado en su objetivo y cuya imagen despertará sentimientos en los televidentes. Pueden pasar meses en una tienda de acampar. En ocasiones, cuenta Sweet, hay camarógrafos que no se bañan por semanas, refugiados en un pequeño escondite, para que el olor a jabón no repela a los tigres u osos.

Para captar momentos únicos, la imaginación se abre paso en el intento de acercar el lente a lo más profundo de la vida animal. A veces esconden una filmadora dentro de estructuras de animales para pasar desapercibidos o colocan cámaras tan pequeñas que caben en el tórax de una abeja.

Sweet y Mitchell crean historias llenas de personajes con los que los espectadores se sienten identificados. Sin embargo, según Sweet, el impacto ambiental provocado por el hombre hace más difícil grabar a los animales en su estado natural, pues hay cada vez menos individuos por la destrucción de sus hábitats.

Estos documentalistas son el eslabón que conecta las historias de los animales con las personas de las urbes. “Ahora más que nunca es importante difundir la realidad del medioambiente y sembrar conciencia”, urgió Mitchell.

Además de una reducción de hábitats y desaparición de animales, los documentalistas se enfrentan a un mundo digital donde la información es inmediata y el contenido requiere concisión. Se abren nuevas plataformas digitales, como Netflix, Amazon o Google, para exponer los videos y la demanda de producciones de corto presupuesto aumenta progresivamente.

“Nosotros crecimos con programas de ‘clase media’, pero ahora la tendencia se divide en dos caminos: documentales de alto presupuesto o de muy bajo presupuesto”, dice Mitchell. Otro de los cambios que resalta el productor es que en la actualidad un documentalista tiene que conocer desde la preproducción hasta la posproducción, mientras que hace 10 años contaban con equipos especializados para ello.

Para trabajar en este campo se necesita pasión, amor por la naturaleza y sentirse cómodo a pesar de las condiciones adversas según Mitchell. No importa si ellos deben bañarse con baldes, si a veces duermen dos horas diarias para filmar animales nocturnos, si una tienda de acampar se convierte en su hogar o si se arriesgan a perder la punta de un dedo.

La experiencia de ser testigos de eventos únicos, como nadar con tiburones blancos, y la oportunidad de sembrar conciencia ambiental es una vivencia que ellos no cambiarían por nada.

Los documentalistas estadounidenses dictarán un curso, del 10 al 18 julio, en la estación Tiputini de la Universidad San Francisco de Quito sobre filmación de vida silvestre.

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