La discapacidad no limita la salud sexual

Sarita Carlosama y su esposo, Amando Alcívar. Se casaron hace dos años. Buscan concebir un bebé.

Sarita Carlosama y su esposo, Amando Alcívar. Se casaron hace dos años. Buscan concebir un bebé.

Sarita Carlosama y su esposo, Amando Alcívar. Se casaron hace dos años. Buscan concebir un bebé. Foto: Paúl Rivas / EL COMERCIO

Perdió la sensibilidad de sus piernas luego de un accidente de tránsito, en 1995. Ocurrió cuando el guayaquileño Juan Vasco, en ese entonces de 29 años, derrapó en una moto mientras circulaba por un paso a desnivel. En ese instante, su espalda se impactó contra el filo de una vereda y se fracturó la columna vertebral.

Las lesiones medulares graves le impedirían mover su cuerpo de la cintura hacia abajo, le dijeron los doctores. Eso le causó problemas para tener relaciones íntimas con su esposa. Pero buscó alternativas. Le colocaron un implante peneano semirrígido y flexible, que al ser manipulado permite doblar el pene hacia arriba o abajo, para lograr la erección o flacidez. En la década de los 90 le costó un millón de sucres.

Hoy se celebra el Día del Amor en el mundo y la sexualidad es una de sus expresiones. Quienes viven con discapacidad física (47% de 400 000 ecuatorianos) aprovechan los avances médicos para disfrutar de una vida sexual saludable.

Édgar Lasso, urólogo del Hospital Vozandes, señala que implantar una prótesis semirrígida cuesta unos USD 6 000.
Según la Sociedad Ecuatoriana de Urología, 138 prótesis de ese tipo se han colocado del 2013 al 2015 en casas de salud privadas. De ellas, 16 se ubicaron en pacientes con lesiones medulares. En los hospitales del Seguro Social (IESS) se implantaron 13 prótesis maleables en los últimos tres años.

Entre otros métodos a los que los hombres pueden recurrir está el Viagra. El valor por unidad es de USD 10. Si no funciona se les receta inyecciones intracavernosas, que se aplican vía uretral o en los costados del pene. Una dosis cuesta USD 120, dice Lasso, y sirve para una relación sexual. Antes se debe analizar cómo reaccionará el paciente. Esas evaluación cuesta USD 300.

En el caso de las mujeres con movilidad reducida, el tratamiento es de carácter psicológico. Para la sexóloga clínica Daysi Guzmán, directora del Centro Terapéutico Amare, el cerebro es el órgano sexual más grande. Sugiere explotar otras áreas erógenas. Besar detrás de los oídos o cuello o caricias, estimulaciones en la espalda... Así lo viven Sarita Carlosana, de 44 años, y su esposo Amando Alcívar, de 42. Se conocieron en los entrenamientos de tenis paralímpico y se casaron hace dos años.

A él le cautivó la fuerza de carácter de su esposa, mientras que a ella le conquistó su bondad para ayudar a quienes se movilizan en silla de ruedas. Llevan una vida sexual saludable, la creatividad les permite complementarse. Buscan ser padres de modo natural. Carlosama tiene una malfomación en la columna dorsal. Hoy prevén ir al cine y a cenar. De otro lado, Vasco y su señora planean pasear y divertirse como lo han hecho en 20 años. Tienen una tienda de abarrotes.

Otra técnica al alcance de los hombres con discapacidad física son las bombas hidráulicas, de dos y tres componentes. Las segundas, explica Lasso, cuestan entre USD 9 000 y USD 11 000.

Jaime Abad preside la Sociedad Ecuatoriana de Urología. Explica que en la primera funciona una bomba, que extrae un líquido fisiológico estéril que llena dos prótesis inflables colocadas en el cuerpo cavernoso del pene. Lo mismo ocurre en la segunda, pero tiene tres piezas (ver cuadro).

En Ecuador, según datos de ese gremio, pocas personas con discapacidad lo usan por su costo. Cada año no más de 10 pacientes lo piden en centros privados. En los hospitales del IESS, 14 prótesis de este tipo se implementaron desde el 2014 hasta el año pasado.

El militar en servicio pasivo Edmundo Merizalde, quien usa silla de ruedas a raíz de un accidente aéreo en 1978, recurrió a una bomba hidráulica que le instalaron en EE.UU. Se casó, se divorció y tiene un hijo de 25 años. Aconseja buscar métodos para ser felices. En su caso, su recuperación tras el accidente duró tres años e incluyó lo físico y sexual.

Hace cuatro años renovó las piezas del sistema hidráulico que lleva. Practica tenis y ha ganado torneos. No siente que su discapacidad lo limite.

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