Los niños de la Fundación Esperanza crean frascos decorativos para la venta. Foto: Jenny Navarro/ EL COMERCIO
Mónica trabaja la sensibilidad de sus manos trozando papel y durante la hora de clase le dedica toda su atención a esta actividad. “Al descubrir una habilidad, nosotros vamos trabajando en esa actividad por dos o tres meses y cuando dominan esta acción la pueden plasmar en una obra de arte”, afirma Fabián Pazmiño, profesor del taller.
Mónica fue diagnosticada con parálisis cerebral y comparte ese espacio con otros 39 niños como ella. Esta enfermedad es un trastorno que puede afectar algunas funciones del cerebro. El principal efecto está en la motricidad de las personas que lo padecen, pero también puede tener influencia en la audición, visión, lenguaje y desarrollo intelectual.
Con el papel trozado, Mónica puede hacer papel maché que luego utiliza para crear tarjetas para el Día de la Madre. Una tarea que parece simple, puede ayudar a mejorar la motricidad de los niños. “Al hacer actividades manuales se van habilitando los miembros superiores, sensibilidad, senso-percepción, audición, visión, etcétera”, afirma Rita Tobar, directora ejecutiva de Fundación Esperanza.
Tareas como pintar, cortar papel, pegar objetos, entre otras requiere esfuerzo y dedicación diarios para estos chicos. Estas actividades son parte de una terapia ocupacional para niños y jóvenes con discapacidad. Esto también impacta positivamente a la parte psicológica de los chicos. Se sienten útiles y saben que con su trabajo y esfuerzo están contribuyendo a su cuidado, que muchas veces llega a los USD 1 000 mensuales.
Mónica llegó a la Fundación a los 15 años luego de ser retirada de su casa por negligencia de sus padres. Con ella inició el programa de la Casa de Acogida. Luego de 25 años fue reinsertada en su hogar. A sus 40 años de edad, Mónica continúa asistiendo a la terapia ocupacional.
Lograr que los chicos consigan empleos y se sientan satisfechos por su trabajo es la meta de muchas fundaciones. Estefanía Terán tiene 26 años y trabaja como gerenta administrativa en un colegio en el valle de Los Chillos.
A los pocos meses de edad le detectaron dos tumores en el lado derecho del cerebro que afectaron a la motricidad de su lado izquierdo. Su pronóstico no era alentador. Según su médico tratante, no iba a poder caminar, hablar ni desenvolverse por sí misma pero lo logró.
Ella pasó por varias terapias: física, del lenguaje y ocupacional. A los 8 meses entró a Fudrine, donde recibió apoyo y guía para superar su problema.
Durante los años de educación primaria y secundaria tuvo que enfrentarse con el rechazo de las autoridades y de sus compañeros. “En dos colegios no me quisieron recibir a pesar de que aprobé las pruebas”, recuerda. Ahora está trabajando en su tesis universitaria de la carrera de Educación. Encontró en esta rama su verdadera pasión y una forma de transmitir los valores de la tolerancia y el respeto.
Para Estefanía, el tema de la inclusión laboral sigue siendo una tarea pendiente. “Las empresas buscan perfiles de personas universitarias, que tengan un porcentaje alto de discapacidad pero que no se note mucho”, asegura. Piensa que las empresas en realidad buscan cumplir con el porcentaje que les pide la ley en su nómina de trabajadores mas no integrarlos realmente a las actividades de la organización.
El Servicio de Integración Laboral para Personas con Discapacidad (SIL) promueve actividades que favorezcan los procesos de inserción laboral. Desde el inicio de sus operaciones han logrado insertar a 14 516 personas con discapacidad en diferentes empresas. Liliana Zanafria, coordinadora nacional encargada del SIL, concuerda en que hay empresas que son resistentes a este proceso. “Las capacitaciones, nos permiten informar y sensibilizar”, asegura. Las personas que son insertadas también participan de este proceso de inducción.
Reciclaje
Las manualidades se hacen con materiales reciclados que obtienen por donaciones y por la recolección.Utilizan frascos, papel, cartón, vidrio, entre otros.