La Orquesta Sinfónica Nacional del Ecuador es la más activa en difusión de la música académica. En el 2014 se presentó ante más de 145 000 personas. Foto: Archivo / EL COMERCIO
Aún hay un tema por resolver en materia de derecho de autor en el Ecuador: el futuro de la música clásica y sus creadores.
A diferencia de los compositores de música comercial (pop, rock, tecnocumbia…), quienes encuentran idóneos a los cantantes o bandas del momento para masificar sus creaciones y obtener ganancias, los compositores académicos se enfrentan a un ámbito hostil para su trabajo.
Las orquestas no tienen presupuesto para pagarles por la interpretación continua de obras contemporáneas, por lo que prefieren piezas de dominio público.
Los productores no quieren arriesgarse a sacar discos de este tipo. Y muchos medios de comunicación audiovisuales tampoco quieren arriesgarse a pagar derechos por programas que centran su atención en repertorios para un tipo de espectador tan específico como este.
En fin, son escenarios que juegan en contra de aquellos que arriesgan semanas, meses, y años para dar vida a composiciones que pueden durar fracciones de minuto, o que bien se extienden por horas.
Y a pesar de que los escenarios se presenta tan adversos, esta estirpe de compositores y arreglistas se niega a dejar los pentagramas vacíos.
Leonardo Cárdenas es un ejemplo. En más de dos décadas dedicado a este oficio ha desarrollado una carrera en la que se incluyen arreglos para artistas como Margarita Laso, Alberto Caleris, Quimera, entre otros. Igualmente, ha escrito piezas operísticas, conciertos, obras de cámara, yaravíes, albazos, etc. A su criterio, es necesario que en el país se reconozca que el pago de derechos de autor a los compositores no debe darse una única vez; que se debe cancelar un valor cada vez que un grupo interpreta una partitura suya.
Lo cierto es que entre los compositores académicos es común escuchar que no existen reglas claras sobre el manejo de obras escritas bajo demanda, o que han sido compradas de manera fortuita.
Este el caso de Jorge Oviedo, músico quiteño que ha transitado entre la composición y la dirección. Él, quien por su obra ‘Hauyra’ obtuvo meses atrás el segundo lugar del Concurso Iberoamericano de Composición Infantil y Juvenil (auspiciado por los Programas de Cooperación Iberoamericana Iberorquestas e Ibermúsicas), hace poco entregó su más reciente ópera a la Orquesta Sinfónica Nacional del Ecuador, la cual fue escrita tras ganar un concurso estatal. Ahora que le han sido cancelados sus honorarios, desconoce si en lo posterior perderá los derechos sobre su creación. “El Estado me dice (en el contrato) que podrá ejecutar mi obra las veces que quiera”, comenta.
Según David Checa, presidente de la Sociedad de Autores y Compositores del Ecuador (Sayce), a sus miembros se les entrega anualmente una remuneración dependiendo de las veces que interpreten sus obras (en vivo o por cualquier medio). A esto se añade una variable: la capacidad de los recintos de conciertos en las presentaciones.
Para el pianista Boris Cepeda, radicado en Alemania, lo que no se toma en cuenta en entidades como Sayce es que la música clásica no posee el mismo nivel de difusión que los géneros más comerciales. Entonces, esperar que maestros como Gerardo Guevara o Ricardo Monteros reciban montos iguales a los de Juan Fernando Velasco resulta utópico.
En ese sentido, él propone que se creen fondos para la creación de música clásica que incentive a los compositores contemporáneos (según Sayce, en las próximas semanas se abrirá un concurso para obras de este tipo).
Cárdenas y Oviedo, por su parte, ponen su mirada sobre la gestión pública. Si se toma en cuenta que las cuatro grandes orquestas sinfónicas del país son estatales, es razonable que desde el Ministerio de Cultura y Patrimonio se gestione un modelo de trabajo que difunda el material musical local y que, asimismo, sea responsable del pago por interpretación o reproducción de las piezas del repertorio académico nacional.
En contexto
Con mayor frecuencia, las orquestas sinfónicas y otras agrupaciones locales se enfrentan al reto de incluir música clásica ecuatoriana en sus repertorios. Los compositores quieren aparecer en los programas de conciertos, pero sus derechos como autores no son valorados a cabalidad.
Artes
El pago de derechos de autor a los compositores y arreglistas es un problema